Los liberales, por lo menos en la Argentina, siempre hemos sido críticos con (casi) todas las convocatorias que tanto el peronismo como las organizaciones de izquierda realizan en nuestro país. No obstante, varias diferencias fundamentales con lo acontecido en el último tiempo, son menester de recalcar.
En primer lugar, los banderazos a los que varios de nosotros hemos asistido en el último tiempo, no han sido convocados por líderes mesiánicos o estructuras partidarias, dirigistas y populistas; muy por el contrario, la convocatoria ha sido espontánea, por las redes y por parte de los sujetos individuales y empoderados, en contra de los atropellos cuasi chavistas del gobierno nacional. Así, las banderas partidarias no eran bien vistas y las estructuras partidarias de dichas agrupaciones tampoco habían sido las que iniciaban dichas convocatorias. Banderas argentinas y personas marchando pacíficamente, sin romper el patrimonio público, copaban de a miles cientos de plazas y nodos urbanos a lo largo y ancho del país. En resumen, el individuo como generador de la protesta; no los líderes mandando a hacer.
En segundo lugar, no es un dato menor tener en cuenta el resultado: ya casi desde una posición digna de Mill y no desde un imperativo categórico kantiano, los resultados han sido contundentes en la mayoría de los casos:
- banderazo/cacerolazo por los sueldos de los políticos: no tuvo un gran resultado pero aunque sea se presentaron proyectos de diputados acompañando esta decisión ciudadana iniciada desde las redes y masivamente correspondida el día correspondiente;
- liberación de presos: aunque resultó ser en respuesta a los 4500 presos liberados masivamente por el plan nacional de impunidad para los delincuentes, sin el monumental reclamo ciudadano, no tengo dudas de que habrían sido más;
- vicentín: el avance sobre la propiedad privada recibió un masivo rechazo, tanto en la ciudad de dicha violación del derecho natural como en todo el país. ¿El resultado? contundente vuelta atrás del gobierno y abandono de la propuesta (véase: “pensé que iban a salir a festejar”);
- 9 de julio: igual que en el 20 de junio, miles de consignas fueron puestas en las calles de manera impresionante, cantando el himno y mostrando el emblema nacional, pacíficamente y en una demostración cabal de que, si bien el peronismo y la izquierda no perdieron “la calle”, por lo menos la pelea que estamos dando es elefantiásica;
- 1ro de agosto: la reforma judicial entró por el Senado donde será aprobada, pero tanto con esta marcha como con la que se suscitará el día 17 (que será la mayor de todas, sin duda alguna), los diputados “independientes” tendrán enormes presiones por parte de la ciudadanía que rechaza de manera contundente el avance sobre el poder judicial (que ya lo realizan hace rato), como el proyecto para lograr la impunidad de la multiprocesada vicepresidente.
No tengo más líneas pero sí un mensaje: salgan a las calles de manera espontánea, que por ahora nos da la razón.
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