El Orador Libertario: Entre la Verdad y la Virtud

Para el presente escrito, se tomará en cuenta a Marco Tulio Cicerón en su obra El Orador (2000).

La búsqueda del orador perfecto no es un reto exclusivo de los griegos o de Cicerón. Los libertarios, como defensores de la libertad individual y el minimalismo estatal, deben también reflexionar sobre qué tipo de orador puede representar de manera efectiva estos principios. Cicerón, en su obra El Orador, ofrece una guía atemporal sobre cómo debe formarse y actuar el orador ideal, que bien puede aplicarse al orador libertario. La combinación de elocuencia, ética y verdad son los pilares sobre los que debe descansar la oratoria libertaria.

Los griegos, como bien señala Cicerón, no tenían miedo de buscar la perfección en todas las áreas, incluida la oratoria. Esto se refleja en su pregunta constante: “¿Quién es el orador perfecto?”. No se trata solo de alguien que pueda argumentar y convencer, sino de un individuo completo, que sea capaz de hablar con propiedad y virtud. Cicerón, al igual que los libertarios de hoy, sabía que el buen orador no puede limitarse a las técnicas persuasivas vacías de los sofistas, que priorizaban el éxito sobre la verdad. En cambio, el orador ideal debe estar comprometido con la verdad y la justicia, una idea central para los libertarios, quienes luchan por la defensa de la libertad y los derechos individuales.

Para un libertario, el orador perfecto no es solo un defensor elocuente de los principios del libre mercado o el gobierno limitado. Debe ser un individuo con una comprensión profunda de los ideales que defiende, y, más importante aún, debe estar comprometido con la verdad, tal como Cicerón señala que el orador debe estar comprometido con la virtud romana (en el contexto en el cual escribió su obra). Esto implica que no solo se debe buscar ganar debates o discursos, sino elevar la calidad del discurso político y acercar a la audiencia a la verdad. En este sentido, Javier Milei, en su faceta de economista, muestra un ejemplo interesante: al hablar de economía, adopta un tono más calmado, reflexivo, demostrando cómo el orador libertario puede adaptarse y encontrar el tono correcto para comunicar la verdad de manera efectiva, incluso cuando alza la voz y pierde la calma, logra cautivar al público y transmitir su mensaje.

Cicerón insistía en la importancia del decoro: saber cuándo y cómo decir las cosas. El orador no solo debe ser persuasivo, sino también tener una profunda conciencia de lo que es adecuado en cada situación. En los debates actuales, a menudo encontramos oradores que, en su afán de ganar o captar atención, pierden de vista la belleza y la ética en su discurso. La oratoria libertaria no puede caer en este error. Debe ser estética y moral al mismo tiempo, demostrando que la verdad no solo es efectiva, sino también hermosa. Al igual que Cicerón criticaba a los sofistas por su falta de compromiso con la verdad, el orador libertario debe ser más que un simple retórico hábil. Debe ser un defensor de la verdad libertaria, con la capacidad de inspirar y convencer, sin sacrificar sus principios.

Los grandes oradores de la historia, como Winston Churchill o Ronald Reagan, demuestran esta combinación de ética y estilo. Churchill, con su estilo elevado, y Reagan, con su habilidad para usar el humor en el momento adecuado, encarnaban lo que Cicerón llamaría el estilo ático: persuasivos y, al mismo tiempo, profundamente humanos. Reagan, en particular, es un ejemplo claro de cómo el orador puede adaptarse a su público sin caer en la vulgaridad, una lección importante para cualquier orador libertario que busque influir en las masas sin comprometer sus ideales.

Cicerón menciona tres estilos de oratoria que el orador ideal debe dominar: el simple (o estilo ático), el intermedio (o estilo rodio) y el elevado (o estilo asiático).

El primer estilo es EL SIMPLE, Este estilo es característico de aquellos oradores que buscan expresar sus ideas de manera precisa, sin adornos innecesarios. En el caso de los libertarios y liberales actuales, podría asociarse con figuras que priorizan la claridad conceptual y la eficiencia en el mensaje como Juan Ramón Rallo y Milton Friedman.

El segundo estilo El INTERMEDIO Este estilo lo adoptan oradores que buscan un balance entre la claridad y la belleza del lenguaje. Estos oradores logran conectar emocionalmente con su audiencia sin caer en lo pomposo, utilizando algunas figuras retóricas para mantener el interés del público y dar más énfasis a sus argumentos, como Axel Káiser y Milei cuando expone de economía 

Finalmente, el tercer estilo, EL ELEVADO Este estilo pertenece a oradores que buscan inspirar y movilizar a través de un lenguaje emocional y grandilocuente. Utilizan la exaltación de los principios y valores para conmover y energizar a la audiencia, algo más común en discursos políticos apasionados o en situaciones donde se requiere un fuerte impacto como Margaret Thatcher o Javier Milei (en su faceta política).

El orador libertario debe conocer y manejar estos estilos con destreza, sabiendo cuándo ser simple y claro para transmitir conceptos fundamentales de libertad, cuándo ser más decorado en su discurso para generar un impacto emocional, y cuándo adoptar un tono elevado para inspirar y movilizar a su audiencia. Como señala Cicerón, un orador que no adapta su estilo corre el riesgo de parecer fuera de lugar o, peor aún, perder la conexión con su audiencia. La oratoria libertaria, como se ve en los discursos de Milei o en los grandes libertarios del pasado, debe ser flexible y adaptativa, pero siempre fiel a la verdad y la ética.

En este sentido, es fascinante observar a Milei, quien, en un contexto más relajado, como cuando habla de economía, usa un tono mucho más controlado y analítico. Sin embargo, en el ámbito político, adopta un estilo más encendido, que, si bien puede parecer arriesgado, responde a la necesidad de movilizar a una base de seguidores. Este manejo de diferentes registros refleja, de manera inconsciente quizás, los principios ciceronianos sobre cómo debe actuar un orador.

Para finalizar el orador libertario, siguiendo la tradición de Cicerón, debe ser un individuo íntegro, comprometido con la verdad y capaz de comunicar con efectividad, ética y belleza. No basta con convencer o ganar debates; el verdadero orador libertario debe elevar el discurso público, usando la retórica no como un fin en sí mismo, sino como un medio para promover los ideales libertarios de libertad y justicia. Como Cicerón enseñó, la oratoria es un arte, pero también un compromiso ético, y en la actualidad, ese compromiso debe reflejar los valores libertarios.

Bibliografía

Cicerón, M. T. (2000). Obtenido de Elaleph: https://www.elaleph.com/libro/El-orador-a-Marco-Bruto-de-Marco-Tulio-Ciceron/361/

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