En la tumultuosa historia de Colombia, marcada por conflictos internos, opresión política y económica, el machete se erige como un símbolo poderoso de resistencia y lucha por la libertad desde una perspectiva liberal-libertaria. El machete, desde hace siglos, ha sido una herramienta que, ya desde los tiempos del Virreinato, ha sido uno de los instrumentos icónicos del trabajador en la América hispánica, devastando y abriéndose camino a cultivos, ganado, vías, poblados y ciudades que empezaron a surgir debido a la imperante necesidad de crear un lugar donde el hombre que vivía en estas tierras y, también, el que llegó de Europa, pudiera llamar hogar. Contrario a la idea actual, los virreinatos empezaron a crecer a punta de machete y pala; un nuevo mundo lleno de posibilidades se abrió para el osado que buscara un nuevo futuro en una tierra donde las posibilidades eran ilimitadas y solo faltaba llegar a ellas a punta de machete y agallas.
Sin embargo, una vez los virreinatos empezaron a crecer y a convertirse en el corazón económico del imperio español, también empezó a crecer la codicia del Bandido Estacionario. Los Borbones, en su afán de centralizar el poder burocrático y económico del imperio, cambiaron la relación simbiótica entre España y los territorios de ultramar. La monarquía empezaría a implementar sus nefastas reformas, reformas que atacaban directamente a la propiedad y la libertad de los habitantes de los virreinatos. Por lo tanto, las instituciones burocráticas se agrandaron, los impuestos se duplicaron, y la población en América, que una vez se contó como igual frente a los peninsulares, se marginó como súbdita de segunda.
Las independencias, aunque financiadas por antiguos enemigos, fueron inevitables y el machete se alzó una vez más, ya no para trabajar y domar a la naturaleza, sino para emancipar a un pueblo que ansiaba libertad; no una libertad idealista o ideológica, aunque así se nos quiera vender, sino una libertad mucho más arraigada al concepto que tenían los antiguos y medievales. Una libertad que tanto los griegos entendieron con la amenaza persa, que no solo ponía en peligro la libertad y autonomía del mundo helénico, sino que también amenazaba con barrer su propia cultura e identidad. Asimismo, y mucho después, los comunes italianos se unieron para oponerse al yugo del emperador Federico Barbarroja, creando, al igual que los helenos ante la amenaza extranjera, una confederación defensiva entre antiguos rivales que tenía como objetivo combatir la amenaza directa a la autonomía que los territorios italianos habían logrado conquistar debido a su éxito cultural y económico, alejándolos inevitablemente del resto del Sacro Imperio. Territorios que el emperador ansiaba volver a someter bajo la autoridad del Estado imperial de los Hohenstaufen. Estos ejemplos nos muestran la naturaleza de la libertad que los antecesores de los colombianos, al igual que en la mayoría de nuestros países hermanos, concibieron. Una libertad fundamentada en el principio nomejodaista, que ya nuestros antepasados culturales habían experimentado varias veces y que se basa y se justifica en las más profundas necesidades y anhelos del propio ser humano, entre los cuales se encuentra la imperante necesidad de elegir como individuo el propio camino y no ser sometido ni coaccionado ni por el tirano ni por las instituciones de un imperio que había perdido el norte.
Sin embargo, después de la revolución, la ansiada libertad no llegó; todo lo contrario, el Estado tan solo empezó a crecer. Aunque hubo proyectos que trataron de luchar por restablecer la ansiada libertad, como pudo ser el periodo del Olimpo Radical (1863-1886), en realidad solo nos encontramos con la guerra y el inevitable destino del pueblo colombiano. Un destino que, aunque hemos tratado de cambiar, casi siempre ha sido por el camino de la violencia y la destrucción de nuestra propia propiedad. De esta forma, mientras nosotros, los colombianos, tratábamos de resolver nuestras diferencias matándonos y usando de mala forma el poder del machete, el Ladrón Estacionario, nuestro antiguo rival, crecía como un leviatán. Cualquier lucha que se realizara ya no tenía ningún tipo de sentido; el estatismo y el socialismo habían permeado cualquier idea política, dejando solo guerras sin sentido ni propósito. Así, hasta nuestros días, ya no podemos dilucidar el concepto de libertad que cautivó a nuestros ancestros; el Estado nos ha hecho dependientes de un sistema corrupto que nos somete a un camino de servidumbre, un camino que, aunque esté tapiado de algunas buenas e ingenuas intenciones, tan solo nos llevará a la selva más oscura, donde hasta el mismo machete ya no podrá cortar las pesadas cadenas del Estado.
En conclusión, es necesario retomar el machete de la libertad y la pala que construye la propiedad y la riqueza. Ambas herramientas deben ser empuñadas con firmeza para despejar la selva del estatismo y el socialismo que impregnan la estructura colombiana. Urge que los intelectuales y teóricos comprometidos con el nomejodaísmo desciendan de su torre de marfil y se unan al trabajador común en la tarea de machetear al leviatán que hemos alimentado. Es importante destacar que este monstruo revela cada vez más su verdadera naturaleza: un grotesco y deforme comunismo, que representa el fin de toda esperanza para nuestro amado país. Por último, hago un llamado a las personas de bien para que tomen estas herramientas sagradas y se opongan, por medio de su trabajo, a la hoz y al martillo que solo buscan crear una sociedad de esclavos y borregos.
Referencias:
Arango Laura, González Daniel (2013) Prácticas y significados asociados al machete en el suroeste de Antioquia. Universidad Pontificia Bolivariana. Bogotá (Colombia).
Tosti Luigi (2019) Storia della Lega Lombarda. Tiemme Edizioni Digitali. https://www.perlego.com/es/book/2091609/storia-della-lega-lombarda-pdf.
Esquilo (2017) El Persa. Obras completas, Cátedra. (Madrid) España.
Ibañez Alberto (2018) La leyenda negra: Historia del odio a España. Editorial Almuzara. (Madrid) España.
