El impuesto más “bruto” de Argentina

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El impuesto a los Ingresos Brutos es, sin duda, uno de los más odiados en Argentina. ¿Y cómo no? Fue creado en 1977, en plena dictadura militar, y desde entonces se ha convertido en una carga enorme que afecta a la economía de todo el país. Lo más indignante es que, a pesar de todas las promesas de eliminarlo, sigue ahí, más fuerte que nunca, y cada vez ahoga más tanto a las empresas como a los consumidores.

Un impuesto acumulativo, regresivo e injusto
Este impuesto tiene todo lo que no queremos en un tributo: es acumulativo, regresivo e indirecto. Dicho de forma simple, se aplica en cada etapa de la producción y venta de un bien o servicio, creando lo que se llama un “efecto cascada”. En cada paso, se suma más impuesto, lo que hace que el precio final suba y suba, sin importar si quien lo paga puede hacerlo o no. Y lo peor es que, al ser regresivo, afecta mucho más a quienes menos tienen, porque terminan pagando una porción más grande de su sueldo que los ricos. Además, al ser un impuesto indirecto, no distingue entre grandes empresas y pymes, y estas últimas son las que más sufren.

Una historia de promesas que no se cumplieron
La historia de este impuesto está llena de promesas rotas. Apenas se creó, las provincias lo implementaron rápido, pero ya desde entonces se sabía que traía más problemas que soluciones. En 1993, con Carlos Menem en el poder, se firmó un pacto para eliminarlo. Pero como tantas veces en la política argentina, quedó en nada.

Más tarde, en 2017, el gobierno de Mauricio Macri intentó de nuevo con otro pacto fiscal, que proponía eliminar Ingresos Brutos de manera gradual. Parecía que esta vez sí se iba a hacer. Pero cuando Macri perdió las elecciones en 2019, todo se desmoronó. El nuevo gobierno de Alberto Fernández no solo derogó el pacto, sino que en 2021 las provincias subieron las alícuotas, empeorando aún más la situación.

Consecuencias económicas que sentimos todos
El impacto de este impuesto es brutal. Al sumarse en cada etapa de la cadena productiva, hace que los precios finales se disparen, afectando directamente el bolsillo de los consumidores. Todos sentimos cómo se encarecen las cosas. Además, encarece los costos de producción, lo que desanima a las empresas a invertir o generar empleo. Y las pymes, que son el motor de nuestra economía, son las que más sufren. Este impuesto no tiene en cuenta ni el tamaño ni la capacidad de pago de las empresas, lo que termina siendo un freno para el crecimiento económico y una causa más de la desigualdad social que vivimos.

La urgencia de eliminarlo
El hecho de que Ingresos Brutos siga existiendo es un claro ejemplo de la falta de visión que tenemos en el sistema tributario argentino. Si de verdad queremos salir de este estancamiento económico, reducir la pobreza y darles un respiro a las pymes, tenemos que eliminar este impuesto. Es hora de pensar en un sistema impositivo más justo, que realmente fomente la inversión, la producción y el consumo, sin castigar de forma desproporcionada a los que menos tienen.

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