Una idea que tienen diversas ideologías es la de perseguir actos egoístas, queriendo imponer una suerte de valores morales que podrán construir una mejor sociedad. Pero esta idea contiene un error lógico esencial, la cual es que todos estos valores se buscan imponer por medios que son contrarios a todos los principios de una sociedad: la violencia y la coacción.

Mi objetivo es invitarlos a reflexionar sobre un valor mucho más sano: el respeto incondicional a las decisiones de otros individuos.


Martín González

Activista, participante de las olimpiadas de historia.


El egoísmo es la actitud de aquel que antepone el interés propio al ajeno. Ahora bien, esto no es necesariamente malo, puesto que todos actuamos en última instancia por nuestro interés. Por ejemplo podríamos hablar de las ONGs cuyo objetivo puede ser ayudar víctimas de desastres naturales. Los individuos miembros de esta ONG tienen como interés propio el ayudar a las víctimas de estas tragedias. Por lo tanto no es este tipo de egoísmo el cual se demoniza obviamente. 

Creo que es evidente entonces que únicamente me referiré al egoísmo del cual todos tenemos noción de qué significa. Ese en el que un individuo atesora dinero, no ayuda a otras personas, no presta un centavo, y no actúa con caridad sin recibir por ejemplo aplausos o glorificarse de estos actos.

Pero ¿por qué ser egoísta es un derecho elemental? Lo es indirectamente, ya que en nuestro derecho a la libertad, nosotros somos dueños de los valores que queremos que guíen nuestra vida, aunque estos sean inmorales a los ojos de la sociedad. Por supuesto que (y esto es muy importante tener en cuenta a lo largo del artículo) hablamos de actos totalmente legítimos, los cuales no vulneran la vida, la libertad o la propiedad de otras personas. Para proteger estos derechos es que invocamos un gobierno civil. 

Solamente trataremos sobre actos en los que el principio de no agresión no se vea quebrantado. Por lo tanto, tenemos que tener en cuenta que el gobierno civil antes mencionado (se supone) está para proteger nuestros derechos naturales, entre ellos mi libertad de elegir valores. 

 En cambio  no para que se me impongan las exigencias morales del gobernante de turno y mucha de la gente que los apoya, los cuales suelen ser muy pretenciosos con lo que tenemos que hacer con nuestro dinero, pero cuando se les presenta la oportunidad, no donan la mitad de su ingreso (y si lo hicieran, no les daría la potestad de quebrantar los derechos de los demás). Por ende, no podemos imponer nuestra moral por la fuerza, esto es paradójicamente inmoral puesto que estaríamos violentando el libre albedrío que el estado debería proteger.

Y una sociedad que es moral por la fuerza, no es moral ni tendría mérito de serlo, ya que al no ser libres de poder actuar de manera egoísta, no tenemos mérito en respetar esas reglas, pues, apenas nos quedan opciones y no son mejores que respetar las normas que esta supuesta dictadura de la generosidad nos impone. 

Y es que ningún individuo es naturalmente superior a otros para decirnos qué es y qué no es correcto, por lo tanto, la manera óptima de evitar toda esta clase de conflictos entre individuos, es llamar a la tolerancia moral, así como Locke en su Ensayo Sobre La Tolerancia llamó a la tolerancia religiosa para que cesen todas las agresiones que producían las distintas religiones (o mejor dicho, la intolerancia de los que pertenecían a una religión). 

Y pues, hoy en día vemos cómo la civilización, con sus defectos, avanza con este principio de tolerancia que reivindicó Locke. De hecho hay países donde conviven diversas religiones y son ejemplo del funcionamiento de estos principios. 

Entonces ¿Qué nos impide tolerar a los que para los ojos de los amantes de la dictadura de la generosidad son codiciosos, miserables o resentidos?

Pero, si toda esta argumentación moral no es suficiente, por ejemplo porque usted comulga con otros valores morales (y es totalmente entendible) observemos los efectos de este egoísmo en la economía, para tener también un fundamento utilitarista.

Lo primero que hay que advertir, es que, como se ha demostrado con el equilibrio de Nash (véase teoría de juegos), los agentes van a ser más productivos si cooperan unos con otros. Por lo tanto, los agentes van a tener el incentivo a colaborar entre ellos, penalizando “espontáneamente” el dichoso egoísmo. Así sin más. Sin violencia.

Además, otra actitud que se condena, incluso por economistas (mayoritariamente keynesianos), es el atesoramiento de dinero (véase la paradoja del ahorro). Aunque desconozcan las razones del ahorrador, la condenan igualmente. Desde una perspectiva cristiana también podemos ver cómo el acaparar alimentos es mal visto, pero en ningún momento Jesús nos llamó a expropiar aquel granero lleno de trigo. Pero ¿es tan malo atesorar dinero?

 Supongamos que tenemos una sociedad que por cualquier razón deciden ahorrar gran parte de sus ingresos. Si todo lo demás permanece constante, vamos a tener tres efectos macroeconómicos donde veremos qué tan malo es este atesoramiento para el conjunto de la sociedad.

El primer efecto es el efecto Ricardo. Ya que la demanda de bienes de consumo ha bajado, esto hace que todos los precios de los bienes de consumo bajen, y de esta manera los salarios reales crecen, favoreciendo el poder adquisitivo especialmente de los que menos tienen. 

El segundo efecto es la bajada de la preferencia temporal (véase la ley de preferencia temporal), ya que la gente decide no consumir en el presente, esto hace que la tasa de interés baje, lo que incentiva a invertir. 

Y tercero ¿a dónde irán destinadas estas inversiones? Pues, al bajar el precio de los bienes de consumo, será relativamente más caro tener empleados, por ende, se tenderá a reemplazar esta mano de obra con bienes de capital, en los cuales se demandará mano de obra a su vez para ser producidos, lo cual creará trabajos más bien pagados (los trabajadores que generan bienes de capital siempre tienen salarios más altos).

Pero no es solamente eso, sino que también estas agresiones que se podrían ejecutar contra la función empresarial, por ejemplo confiscando dinero a las grandes ganancias, fijando precios máximos o redistribuyendo los ingresos, siempre generan efectos dañinos, muchas veces en los agentes que se pretendía beneficiar. Por ejemplo, fijar precios máximos en productos esenciales. Cabe aclarar que en la Alemania de Erhard (1948) se dio un milagro económico (Wirtschaftwunder) haciendo exactamente lo contrario a esto. 

Por oposición,  si decidimos ir en contra de la evidencia empírica y aplicar estos controles, se va a generar un desabastecimiento porque se depredará el producto en cuestión, ya que si hay un precio alto probablemente haya una alta demanda, y los consumidores al ver este precio menor, el incentivo será consumirlo masivamente, haciendo que el consumo supere la reposición de este producto. 

Además de arruinar el incentivo de las empresas a invertir en ese área, generando más problemas. Ya que la producción no es independiente de la distribución. Y con esto también podemos argumentar que justamente la redistribución de ingreso perjudica los incentivos para invertir, y por ende cada vez es más atractivo de vivir de la gran vaca del Estado como dijo Bastiat, haciendo que la generación de riqueza sea mucho más complicada. 

Así mismo tenemos claros ejemplos actuales de que es posible ser un país rico sin recurrir a estos medios coactivos. Los controles de precios para beneficiar consumidores, a la larga los deja sin consumo, la redistribución para beneficiar pobres genera más pobreza. Y así queda demostrado, que no hay ninguna actitud supuestamente egoísta que pueda ser arreglada con agresión.

En conclusión, los liberales defendemos la libertad de los que son iguales a nosotros, y tenemos razones utilitarias. Pero podremos ser infinitamente productivos, pero si nuestra argumentación es inmoral, la batalla está perdida, por lo cual tenemos un sólido y sano código moral: El respeto irrestricto entre los iguales.

Podremos odiar las decisiones que toman los individuos, muchas veces siendo avaros, envidiosos o miserables. Pero es, en última instancia, un gesto humanitario nuestra falta de agresión (sin una previa agresión por supuesto) y nuestra ferviente defensa a que cada uno de nosotros pueda elegir con qué valores comulgar. 


Esta publicación expresa únicamente la opinión del autor y no necesariamente representa la posición de Students For Liberty Inc. En el Blog EsLibertad estamos comprometidos con la defensa de la libertad de expresión y la promoción del debate de las ideas. Pueden escribirnos al correo [email protected] para conocer más de esta iniciativa.

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