El eco de Tocqueville resuena ¿Estaremos durmiendo sobre un volcán?

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“«Verdaderos amigos de la libertad… deben estar constantemente alertas para evitar que el poder del gobierno sacrifique levemente los derechos privados de los individuos a la ejecución general de sus diseños. En tales ocasiones, ningún ciudadano es tan oscuro que no es muy peligroso para permitirle ser oprimido, ningún derecho privado es tan poco importante que pueda ser entregado con impunidad a los caprichos de un gobierno… [porque] los hombres se acostumbran a sacrificar el interés privado sin escrúpulos y a pisotear los derechos de las personas para acelerar más rápidamente cualquier propósito público».
Alexis de Tocqueville


En los días convulsionados en los que se encuentra nuestro país, con una curva de contagios en aumentos, al igual que aumentan los casos de inseguridad, con el sistema sanitario en una alerta naranja, y con la llegada del invierno que da inicio a la temporada más aguda de enfermedades respiratorias, el gobierno, lejos de aquietar las aguas, fomenta una efervescencia elocuente, se vuelven a agitar expresiones como “expropiación” que atentan contra la propiedad privada, luchas e injerencias para con el poder judicial, , movilizaciones de ciertos sectores de la sociedad que son tildados por el Presidente de “gente confundida”, son algunas de las manifestaciones ocurridas en estas semanas, y con la posible vuelta a una fase de mayores restricciones en la zona del AMBA (la ciudad autónoma de Buenos Aires y 40 municipios de la provincia de Buenos Aires), me parece el momento oportuno para traer a la actualidad y repensar a uno de los mayores exponentes en la lucha por la libertad, como lo es Alexis de Tocqueville.

Retomando el pensamiento de Tocqueville a partir de su vivencia en la Francia del Siglo XIX, el siguiente escrito surge del análisis de “Recuerdos de la Revolución de 1848”, Tocqueville en esta obra, partiendo de sucesos que lo tuvieron como protagonista, logra algo excepcional, abstraerse de los mismos y realizar una magnifica reflexión sobre el nuevo orden social posrevolucionario.

Este pensador, jurista, político e historiador francés amante de la libertad, nació en Francia en 1805,  intentó siempre infundir en la conciencia cívica de los franceses tanto el amor y el respeto de la libertad como la oposición frontal a cualquier tipo de despotismo, ocupo lugares en el Parlamento francés, como cargos ministeriales, siendo Presidente de la Asamblea Nacional, tras el advenimiento de la revolución, en 1851 dejo la vida política dedicándose al trabajo intelectual y de producción de sus obras literarias. 

Viajo a los Estados Unidos, donde estudio y conoció su sociedad, e instituciones, dejando para la posteridad una de sus obras más influyentes “De la Democracia en América”, que fue publicada completamente tras su muerte, la cual sucedió en 1859 tras el deterioro de su salud a causa de la tuberculosis.

Alexis de Tocqueville escribe “Recuerdos de la Revolución de 1848” cerca del final de su vida entre 1850 y 1851, en ella relata a modo de reflexión y repaso los sucesos que llevaron a cabo el desenlace de la revolución, como así también el accionar de destacadas figuras de la época.

El autor plantea que el análisis de esta obra tiene por propósito sintetizar los sucesos ocurridos en la revolución de 1848 hasta su salida del ministerio en 1849, según sus propias palabras “solo dentro de esos límites tienen cierta grandeza los acontecimientos que yo quiero describir”. A raíz de esto sostiene que desde 1789 hasta 1830, la historia de Francia se presenta como una lucha encarnizada entre el antiguo régimen (con sus tradiciones, recuerdos y la aristocracia de sus hombres) y la Francia nueva (caracterizada por la clase media). Esta lucha finalizaría en 1830 con la victoria de la clase media, siendo la burguesía la que había logrado enarbolar una bandera que haría acabar con los poderes políticos, los privilegios y las prerrogativas de la antigua aristocracia. 

Sin embargo, tras este triunfo, se comenzó a engendrar en el accionar político de la burguesía ciertos vicios que llevarían a 1848, esto se puede atribuir a los instintos naturales de la clase dominante, a su poder absoluto, al relajamiento y a la corrupción de la época, todo esto acrecentado por el accionar del Rey Luis-Felipe. 

En este apartado, me permito citar la descripción magistral que realiza Tocqueville sobre el rey:

“Aunque este príncipe pertenecía a la casta más noble de Europa, y aunque en el fondo de su alma ocultase todo el orgullo hereditario de ella y no se considerase, como el semejante de ningún otro hombre, poseía, la mayor parte de las cualidades y de los defectos que más especialmente corresponden a las capas subalternas de la sociedad… Era discreto en su conducta, sencillo en sus hábitos, comedido en sus gustos; naturalmente amigo de la ley y enemigo de todos los excesos, moderado en todas sus actitudes, ya que no en sus deseos, humano sin ser blando, codicioso y dulce; sin pasiones ardientes, sin perniciosas debilidades, sin grandes vicios, sólo tenía una virtud propia de un rey: el valor. Era de una extremada cortesía, pero sin calidad ni grandeza; una cortesía de comerciante, más que de príncipe. No gustaba de las letras ni de las bellas artes, pero era un apasionado de la industria. Tenía una memoria prodigiosa, capaz de retener largamente los menores detalles… ni él era creyente, ni tenía fe alguna en las creencias de los demás; su amor al poder y a los cortesanos poco honestos era tan natural como si realmente hubiera nacido en el trono, y su ambición, que no tenía más límite que la prudencia, jamás se saciaba ni se elevaba, manteniéndose siempre a ras de tierra… Jefe de la burguesía, empujó a ésta por la pendiente natural que ella misma estaba inclinadísima a seguir. Casaron sus vicios en familia, y aquella unión, que constituyó, al principio, la fuerza de uno, acabó siendo la desmoralización del otro y terminó por perder a los dos.” 

Además del accionar del rey, las causas de la revolución comenzaran a gestarse a partir de la nula actividad en el mundo político, o mejor dicho la vida política solo existía para los miembros de una sola clase, y no existe mayor caldo de cultivo para una revolución, que una sociedad en la cual un grupo decida en detrimento de los demás, la “languidez de la vida parlamentaria”, llevaba a, entre otras cosas, dejar de lado y subestimar la defensa de los derechos inalienables, entre ellos el derecho de propiedad. 

Tocqueville, lucido y adelantado en sus pensamientos, sostiene que la lucha política se entablara entre “los que poseen y los que no poseen, y el campo de batalla será la propiedad”, y atribuía que el principal peligro existente en la época, era el surgimiento de teorías (como el socialismo y el comunismo) que tendía a la negación del derecho de propiedad, buscando, limitar, reducir o debilitar su ejercicio, y subestimar el peligro de estas ideas, junto al caldo de cultivo de las desigualdades existentes era semejante a que estemos “durmiéndonos sobre un volcán… la tormenta está en el horizonte.”

Volviendo al presente, estas discusiones están de nuevo sobre la mesa, hemos visto a lo largo de la historia modelos que se centraban en la abolición del derecho de la propiedad y la comunidad de los bienes fracasar y llevar a la pobreza a gran parte de su población, y en nuestro país surge una vez más la palabra “expropiación” como amenaza a la propiedad privada, si bien, dicha figura se encuentra establecida legalmente dentro de la constitución nacional, la trama que se devela aquí, va mucho más profundo que una mera discusión sobre si se debe o no expropiar una empresa (que por cierto se encuentra en pleno concurso preventivo de acreedores, con un juez llevando adelante el proceso), sino que atañe a preguntarnos ¿Cuál es el modelo de país que pretendemos forjar? ¿No estamos, ante los peligros de una pandemia mundial, cediendo parte de nuestros derechos individuales, no estamos, por el miedo, cediendo nuestra libertad al Estado, no estaremos de nuevo “durmiéndonos sobre un volcán”?, quizás solo el tiempo tenga la respuesta a esta humilde reflexión, pero me parecía oportuno comenzar a  plantearlo

Prosiguiendo  al observar estas situaciones, Tocqueville sostiene que es el mismo gobierno, su espíritu y su accionar lo que hace germinar con mas ahínco las fuerzas de la revolución, ya que “lo que lleva a los hombres a perder el poder es que se vuelven indignos de ejercerlo”, de este modo, la clase gobernante francesa, por su indiferencia, por su egoísmo, por sus vicios se había vuelto incapaz e indigna de gobernar, y atento a esto la revolución estaba precipitándose con más fuerzas. 

Si seguimos trazando paralelismos los gobiernos que han “caído” en el sentido democrático de este término, es decir, por la fuerza de las urnas en el voto popular, lo han hecho irremediablemente porque no han cumplido las expectativas de sus votantes, no han logrado las transformaciones necesarias, que no son ni más ni menos, que mejorar la vida de la gente, promoviendo el proyecto personal de cada individuo, aquellos gobiernos que han realizado grandes desbarajustes económicos, que han perdido la brújula de sus proyectos, que solo han respondido con asistencialismo, implementando medidas transitorias (en argentina, “toda medida transitoria es permanente”) que no resuelven los problemas estructurales de vastos sectores de la población que se hayan sumidos en la pobreza, alcanzado grandes números de desempleo, y para finalizar, no oyendo las demandas de grandes núcleos de la población, quizás como sostenía Tocqueville, todos los gobiernos y dirigentes que han contribuido a la situación en la cual hoy esta nuestro país, se volvieron tarde o temprano indignos de ejercer el poder.

Volviendo al Siglo XIX, Tocqueville, plantea que los diversos cambios mundiales que se habían provocado a partir de la revolución industrial, re-configuraron el mapa social de Francia, convirtiendo a Paris en la primera ciudad manufacturera que engendro a los agricultores desempleados, nuevas teorías políticas y económicas que planteaban el cambio de base de la sociedad, la centralización que redujo toda la acción revolucionaria a apoderarse de Paris y de la administración conformaron las causas generales pero así también, existieron accidentes que condujeron a la revolución, como la represión preparada contra la sedición que había comenzado la oposición, primero fuerte y excesivamente preparada y luego abandonada, así también la ruptura de los hilos del poder encabezado por ministros y una clase dirigente incapaz de gobernar el país en tiempos turbulentos, sumado a la acción senil del rey Luis Felipe, decantaron en la vorágine de acontecimientos ocurridos en la llamada “Revolución de 1848”.

Para finalizar, tomo un apartado que refleja el sentir sobre la etapa histórica de Francia desde 1789 hasta 1848 que en palabras de Tocqueville significo un cumulo de acontecimientos históricos: 

La monarquía constitucional había sucedido al antiguo régimen; la república, a la monarquía; a la república, el imperio; al imperio, la restauración; después, había venido la monarquía de Julio. Tras cada una de esas mutaciones sucesivas, se había dicho que la Revolución Francesa, al haber acabado lo que presuntuosamente se llamaba su obra, había terminado: se había dicho y se había creído. 

¡Ay! También yo lo había esperado bajo la restauración, y aun después que el gobierno de la restauración hubo caído. Y he aquí que la Revolución Francesa vuelve a empezar, porque siempre es la misma

Es así como, tras la revolución de 1789, Francia se veía envuelta una vez más agitada en sus entrañas por fuerzas que pregonaban ideas y modelos de sociedades distintas, las luchas se encarnizaban, y el viejo anhelo de Tocqueville de una sociedad libre y prospera, se veía una vez más herido.

Es imposible saber a ciencia cierta, qué pensaría Tocqueville de esta sociedad argentina, si se encontrara ocupando una banca en la Cámara legislativa, quizás pronuncie (virtualmente) un encendido discurso similar al que dirigió a sus compatriotas en la Francia posrevolucionaria, advirtiendo de los graves peligros de dejar de luchar por nuestras libertades y dormirse plácidamente sobre la creencia de que todo es inmutable y no hay posibilidad de cambio, creo firmemente que la situación de nuestro país es extremadamente delicada, económicamente atravesamos una crisis que, parafraseando a los expertos de la Pandemia, aún no sabemos cuándo llegaremos al pico, porque día a día, crece exponencialmente, con altos índices inflacionarios interanuales, con caída en todos los sectores de la actividad económica, con un estado expandiendo incansablemente el gasto público, con caída en la recaudación impositiva, con un déficit fiscal que llegaría a más del 7% del PBI, con retracciones económicas en todas las variables, estamos en un camino sinuoso en el cual habrá que tomar una decisión hacia qué modelo de país queremos virar, espero que no cometamos el error de aquellos dirigentes franceses que “dormían” mientras un volcán comenzaba a hacer erupción, espero que como ciudadanía estemos listos para dar los debates necesarios y exigirle a nuestra clase dirigente que se encuentre a la altura de la situación y que retome la senda de la constitución, las instituciones y las enseñanzas de la vida en libertad que alguna vez, nos llevaron a ser uno de los países más prósperos del mundo.


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