Nicolás Pierini
Coordinador de Academia para Latinoamérica de Estudiantes por la Libertad


Máximo Kirchner, el príncipe heredero, saltó a la tapa de todos los portales por dos motivos.

Primero: provocó con una declaración brutal al decir que la oposición “está viendo quién mata al primer peronista”.

Y segundo: se confirmó que su fortuna en blanco, asciende a la friolera de 523 millones de pesos. Es difícil encontrar un dirigente peronista que tenga un patrimonio semejante.

Máximo ya tiene 45 años. Ya no es un pibe. Es un magnate que sigue utilizando ese look setentista, de pelo largo, barba desprolija y campera. No se le conocen trabajos anteriores ni estudios superiores. Para evitar que le decomisarán los bienes mal habidos, Cristina adelantó su herencia a sus dos hijos. Máximo, un millonario que combate millonarios posee 26 propiedades y casi tres millones de dólares de ahorro pese a que dice despreciar al imperialismo norteamericano. Admira al Che Guevara y a Hugo Chávez pero no come vidrio. Tiene acciones de la inmobiliaria  Los Sauces y de Hotesur, la dueña del hotel Alto Calafate que están bajo la lupa de la justicia por lavado de dinero.

El fiscal Eduardo Taiano acaba de ordenar un análisis contable de su patrimonio a los peritos de la Corte Suprema. Tiene iniciada una causa por enriquecimiento ilícito.

Esta mañana, en una radio amiga que lo cuida como un guardaespaldas mediático, el hijo presidencial, sin un solo argumento acusó a la oposición de buscar un muerto del peronismo.

Los únicos que vienen hablando de sangre, saqueos y muerte, son dirigentes de su sector como el caso de Juan Grabois o Luis D’Elia, que propuso fusilar a Mauricio Macri en una plaza pública.

Máximo siguió el camino irracional de su madre y comparó lo que pasó el sábado con las muertes por las calles del 2001, ocultando la responsabilidad de varios intendentes del peronismo. Dijo que “el policía mata, va preso y los dirigentes siguen dando vueltas”. Otra vez la mención a la muerte y al juego de “cowboys” que siempre termina mal. En democracia, no hubo más tenebroso y macabro juego de tirarse con cadáveres que cuando se cruzaron los Montoneros de Mario Firmenich, Vaca Narvaja y compañía, con la Triple A de José López Rega. Y terminó muy mal, por supuesto.

Máximo, como sus padres y su tropa son expertos en manipular la historia y contar solo una parte.

Y como si esto fuera poco, copió el argumento falso que dio Estela Carlotto cuando dijo que quieren ver presa a Cristina por “ser mujer”. En realidad el delito de mega corrupción de estado no tiene género. Los ladrones son ladrones, más allá de cómo se auto perciban sexualmente. Lázaro Báez, José López y demás integrantes del Cártel de los Pingüinos Millonarios, son varones.

Máximo también, al igual que el Cuervo Larroque, su lugarteniente en la Guardia de Hierro de Cristina, castigaron duro al ex ministro Martín Guzmán como si no fueran parte del gobierno. “Era un agente del FMI”, dijo el Cuervo que le sacó los ojos. “Massa está arreglando el desastre que dejó Guzmán”, justificó en el mega ajuste, Máximo Kirchner. ¿Quién trajo a Guzmán? ¿Macri? ¿O ese cholulismo que los kirchneristas practicaban con Joseph Stiglitz al que veían como un progre bolivariano? No se hacen cargo de un ladrón gigante como José López y quieren instalar que casi era macrista y que las coimas eran de los empresarios de ese palo. López estuvo 25 años trabajando al lado de los Kirchner. No pueden ocultar la realidad. Mienten demasiado y nadie les cree. Ahora no se hacen cargo ni de Guzmán. ¿Es un agente de la CIA o del imperialismo? ¿Es un infiltrado amigo de Macri? Lo único que falta es que digan que Guzmán jugaba al fútbol en el equipo de Liverpool en la quinta de Macri. Son patéticos. Capaces de decir y hacer cualquier cosa.

¿Cómo van a explicar la sorpresa que surgió en el teléfono de José López?

Apareció por primera vez en la causa, Vialidad, Máximo Kirchner. Según el alegato y la información aportada, el comandante de La Cámpora “conocía, intervenía, decidía, supervisaba y controlaba las obras de Lázaro Báez”.

Hubo entre los Kirchner y Lázaro Báez negocios sucios de todo tipo. De coimas, retornos, sobre precios del 65% promedio, lavado de dinero, alquileres inflados, licitaciones ficticias, amañadas y como traje a medida y sociedades comerciales. Los unieron todo tipo de delitos. Pero lo más grave es que ambos, Néstor y Lázaro involucraron a sus hijos. Los metieron en el barro y  les mancharon las manos y la vida para siempre. Néstor y Lázaro no tuvieron ni siquiera el gesto humano de proteger y mantener al margen de la corrupción a sus hijos.

Hay 93 cheques que involucran a Máximo. Y muchos mensajes cruzados con José López y Lázaro. Hasta 2010 los cheques salían a nombre de Néstor. Pero después de su muerte, a nombre de la sucesión de la herencia administrada por el hijo presidencial.

En la última obra que se le pagó a Lázaro, ni siquiera hubo una licitación mentirosa y Máximo fue el que decidió cuáles debían ser las 100 cuadras que se iban a pavimentar en Río Gallegos. Esa sola contratación directa fue de 25 millones de dólares.

La angurria, la codicia y la bulimia por el dinero y el poder nunca tuvieron límites entre los Kirchner.

En aquella época Máximo ni siquiera era funcionario público. No heredó la oratoria de su madre ni la astucia táctica de su padre. Solo el apellido y esa voracidad por el dinero ajeno.

Máximo vivió todos esos años firmando balances y poniendo su apellido en las estafas que hicieron sus padres.

Máximo está procesado por asociación ilícita y lavado en la causa Los Sauces y por blanqueo de activos en Hotesur. Los que decían ser los pibes para la liberación, terminaron siendo los muchachotes para encubrir la corrupción.


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