El arte se define como “lo la recreación de un aspecto de la realidad o un sentimiento con una finalidad estética valiéndose de la materia, la imagen o el sonido” sin lugar a dudas ha sido un elemento presente en la humanidad desde su inicio como es el caso de las pinturas rupestres y ha ido evolucionando hasta nuestra época.
Si bien la obra artística tiene un valor intangible (dado por el artista así como del observador), es importante también reconocer también que la pieza de arte tiene un valor material; es decir el artista que invierte tiempo y dinero en su obra. Desglosando estos elementos tiempo para aprender y perfeccionar su arte, tiempo que bien podría utilizar para realizar alguna otra ocupación que le brinde una remuneración; y dinero en especie el cual utiliza para adquirir conocimiento o materiales para poder realizar su obra que una vez finalizada después de invertir estos dos elementos (tiempo y dinero) vende para obtener por medio de ella otros bienes y servicios los cuales pueden ser empleados en perfeccionar su obra o gastarlos de otra manera.
Visto desde este punto de vista el artista ejerce como cualquier otra persona un trabajo, pero ¿Que tiene que ver esto con las políticas públicas?
Pues bien, una política pública se determina como la serie son acciones de gobierno con objetivos de interés público que surgen de decisiones sustentadas en un proceso de diagnóstico y análisis de factibilidad; que buscan el interés o beneficio de toda la población. Ante lo anteriormente descrito ¿Es el rol del Estado fomentar el trabajo del artista por medio de políticas públicas? Si bien esto puede sonar a primera instancia algo loable podría llevar a obtener resultados contraproducentes, tanto para los ciudadanos (que no ejercen ningún tipo de arte) y los mismos artistas.
Primero presenta inconvenientes para la ciudadanía general ya que los recursos que el Estado emplearía en dichas políticas podrían no necesariamente corresponder a los intereses y beneficios de toda la población; sino más bien el Estado lo podría usar a su favor traduciéndose en gasto público al generar dependencias o delegaciones encargadas de ejecutar programas artísticos con resultados difíciles de medir respecto a alcance, cobertura y efectividad; no necesariamente por una mala voluntad por parte de estas instituciones sino porque el Estado siempre es ineficiente debido a su estructura y burocracia, basta con ver el ejemplo de la salud y educación pública a la que no tienen acceso todos los ciudadanos y si la tienen es de manera deficiente, pero sin embargo todos los ciudadanos del país pagan impuestos de manera directa o indirecta.
Segundo es contraproducente para el mismo artista ya que es imposible para el Estado contabilizar a todos los artistas de su territorio para ello se valdría de nuevas dependencias que de manera voluntaria o involuntaria beneficiaria el trabajo de un grupo selecto de artistas dada su trayectoria, afinidad o conocimiento Estatal dejando relegados a artistas emergentes que no cuenten con estos vínculos. Otro inconveniente es que el arte al ser algo tan subjetivo tendría que definirse parámetros por parte del Estado (en dichas legislaciones) para lo que es arte y lo que no lo es; con ello rompiendo la esencia del mismo arte que consiste en la libertad del artista sobre su obra teniendo que acoplarse este a dichos parámetros si es que quisiera verse beneficiado o incluido en dichas leyes.
Con lo anteriormente mencionado no pretendo restarle mérito al trabajo artístico al contrario, este al igual que cualquier otro trabajo surge por una necesidad del ser humano y por ello la mejor manera de reivindicarlo es dándole un justo valor sin ningún tipo legislación o de subsidio que pretenda “protegerlo” o “promoverlo” en su lugar debe permitirsele al artista el libre ejercicio de su profesión sin ningún tipo de barrera burocrática asegurándole los mismos derechos y responsabilidades a los que tienen acceso otras profesiones y ocupaciones.
Si bien el arte es importante y me atrevo a decir que es esencial para nuestra sociedad, debe ser el propio artista así como su público quienes validen o no su obra de una forma libre y voluntaria.
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