En esta última parte se hablará referente a los problemas que implica llevar las ideas de izquierda a la praxis. También responderé una pregunta planteada al inicio y finalizaré con las conclusiones.
Recapitulemos que, para Bobbio, la búsqueda igualitaria por parte de la izquierda no significa aceptar que todos seamos iguales en todo porque sería una irracionalidad peligrosa. Sin embargo, cuando el Partido Comunista tomó el poder en Europa del Este, su primer objetivo fue destruir cualquier asociación civil que no estuviera bajo su control. El ministro del Interior de Hungría bajo el gobierno de Rákosi, János Kádár, desde 1948 cerró, en solo un año, aproximadamente 5000 asociaciones entre las que se encontraban coros, grupos de teatro, clubs de lectura, colegios privados, instituciones eclesiásticas, bandas de música, sociedades de cazadores, asociaciones benéficas, bibliotecas, scouts, etc. Para el gobierno comunista, toda caridad privada fue ilegal y las cuentas bancarias abiertas para usos benéficos fueron confiscadas para el partido. Los comunistas entendían que, si la gente es libre para asociarse, podrían formar instituciones ajenas al control del Estado. Y aquello ocasiona ventajas a sus miembros en forma de conocimiento, aptitudes, redes de apoyo y preferencias. Lo que conlleva a la estratificación de la sociedad puesto que tales beneficios se darían de forma selectiva (Scruton, 2018).
Se podría alegar que esa forma de pensar es relativa al siglo pasado y que, actualmente, aquella visión totalitaria ha perdido adeptos. No obstante, en un debate realizado el 14 de julio de 2021 entre el historiador comunista Roberto Vaquero y el economista liberal Juan Ramón Rallo, Roberto, afirmó que, en un estado socialista, toda prensa sería estatal debido a la política de socializar los medios de producción. Para el historiador comunista, aunque en el sistema capitalista, los costos para adquirir un equipo de comunicación se hayan abaratado sumado a la mayor posibilidad de tener un espacio en internet -como un periódico digital- y en redes sociales -como Youtube, Tik Tok o Facebook-, el hecho de que medios de comunicación más grandes, en particular, La Sexta, tengan una mayor ventana al público ya genera una falta de libertad de expresión. En consecuencia, a pesar de la censura frente a todo intento de iniciativa privada, para Vaquero, en un estado socialista, existiría mayor libertad. Además, luego del proceso revolucionario, el pensamiento de las personas cambiaría de tal forma que ya no habría la necesidad de montar empresas porque se produciría una elevación de la conciencia. Una mentalidad no formada en una cultura capitalista rechazará tajantemente el individualismo y el egoísmo para enfocarse en el desarrollo de una sociedad sin clases.
La izquierda progresista, aunque aparentemente más democrática, actúa de manera similar. Por ejemplo, ¿qué hay de malo en los clubs para hombres? Mucho dirían las feministas. Porque esos círculos se convierten en escenarios de privilegios donde se formarían acuerdos y lazos laborales, medidas que solo están al alcance de sus miembros: los hombres blancos y heterosexuales. Por ello, el club es un instrumento de injusta discriminación en su variante sexista cuya única solución, como forma de justicia social, es la inclusión de las mujeres (Scruton, 2018). En palabras de la escritora feminista, Mariola Cubells: “los boys clubs son sitios llenos de vetustos hombres poderosos y elitistas, que se protegen entre sí porque son reticentes a las ganas de igualdad de las mujeres. Ellos machacan el mundo en general, y el de las mujeres en particular. Por tanto, hay que combatirlos, desenmascararlos y desmenuzarlos. Hay que boicotear la cultura masculina”. En otras palabras, que ciertos hombres hagan uso de su libertad de asociación, para una visión de izquierda, se convierte en una injusta exclusión.
Los izquierdistas, como los jacobinos de la Revolución Francesa, creen que los bienes se encuentran injustamente distribuidos, no debido a la naturaleza humana, sino al robo perpetrado por la clase dominante. La izquierda se convertiría en el adalid del nuevo orden que corregirá las viejas injusticias. No hay costumbres, ni instituciones, ni leyes, ni jerarquías, ni tradiciones, ni normas o devociones que sean más importantes o que puedan imponerse a la igualdad. Todo lo que no pueda acomodarse a ese objetivo igualitario debe destruirse y reconstruirse de nuevo. De ese modo, la justicia social se convierte en una reivindicación disimulada para la ‘transformación radical’ de la historia (Scruton, 2017).
Retomando una interrogante inicial: ¿por qué los intelectuales se sienten más atraídos por las posturas de izquierda? Recogeré la tesis de Robert Nozick. El autor sostiene que los intelectuales esperan ser las personas más valoradas en una sociedad, en prestigio y en poder. Sienten que tienen los méritos más altos. No obstante, una sociedad capitalista no satisface el principio de distribución ‘a cada uno según su mérito o valor’. En contraste, las personas de negocio y los trabajadores no exitosos, a grandes rasgos, no se adscriben a ese resentimiento contra el sistema como sí lo demuestran los intelectuales. Solo el sentimiento de una superioridad no reconocida, de una titularidad traicionada, produciría tal ánimo.
Asimismo, desde el inicio, los intelectuales dejaron claro que su labor es la más estimable. Por ejemplo, Platón consideraba que, a causa de su actividad racional, los filósofos debían gobernar y Aristóteles defendió la idea de que la contemplación intelectual es la actividad más alta. Después de todo, aquellos que cazaban, o tenían poder, o disfrutaban de placeres ininterrumpidamente, no se molestaron en dejar escritos perdurables. Con gran diferencia, los intelectuales elaboraron teorías y evaluaciones de quién era el mejor.
En conclusión, la fascinación que la izquierda ejerce sobre los intelectuales y otros sectores de la sociedad, como la prensa, radica en su promesa de un orden social más solidario y justo, liderado por ellos mediante la transformación deconstructiva, revolucionaria o progresiva, del ser humano, orientado hacia la creación de un ‘nuevo hombre’. Las raíces de esta pretensión política yacen en las culturas antiguas, donde el término izquierda se relacionó, en primer lugar, con lo profano, sin descartar las otras connotaciones anexas, como la ruptura, el progreso y el orden igualitario. No obstante, la modernidad ocasionó una evolución paulatina que culminó en su definición política: la búsqueda de la igualdad. Por mucho que ciertos autores reconozcan que, en el ser humano, existen diferencias inalterables, esta obsesión izquierdista tiende a caer en excesos totalitarios donde se atenta contra las libertades individuales y las formas legítimas de asociación. Aquel actuar se explica por el ego traicionado de académicos y/o políticos que creyendo tener el mérito más alto, intentan desafiar todo orden natural.
Finalmente, la política de izquierda, nos hace reflexionar sobre una pregunta: ¿acaso esta búsqueda de la igualdad está destinada a perpetuar nuevas formas de opresión? No seré yo quien responda aquella interrogante, será la historia quien los juzgará nuevamente.
Bibliografía
Cubells, M. (2023, marzo 6). La historia de los ‘boys club’: los grupos privados desde donde los hombres siguen dominando el mundo. Ediciones EL PAÍS S.L. https://elpais.com/smoda/feminismo/la-historia-de-los-boys-club-los-clubs-privados-desde-donde-los-hombres-siguen-dominando-el-mundo.html
Nozick, R. (2002). ¿Por qué los intelectuales se oponen al capitalismo? Thēmis, 45, 181–186. https://revistas.pucp.edu.pe/index.php/themis/article/view/11878
Rallo, J. R. [@juanrallo]. (2021, julio 14). ¿Capitalismo o comunismo? Debate entre Juan Ramón Rallo y Roberto Vaquero. Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=LMZQiYrrtdU
Scruton, R. (2017). Pensadores De La Nueva Izquierda. Ediciones Rialp.
Scruton, R. (2018). Cómo ser Conservador. Homo Legens.