Muchos son los prejuicios y preguntas que surgen al hablar de un sistema donde no exista el Estado y todo surja por ingenio del individuo e intercambio voluntario ¿Cómo sobreviviríamos sin Estado? ¿Quién administraría la justicia y la seguridad? ¿Qué pasaría con los más desfavorecidos? ¿Quién se encargaría de las zonas comunes? “el anarcocapitalismo desembocaría en feudalismo” “no existe la propiedad sin el Estado”; para responder y desmontar esto es necesario un análisis de la naturaleza humana, la teoría de los juegos desarrollada por el gran John Nash demuestra que los individuos en busca de su beneficio personal tienden a la cooperación, y se acentúa cuando los juegos son repetidos, por ende, el ser humano es individualista pero cooperativo, esto le permite garantizar su supervivencia, tal como es señalado en “Origin of Altruism and Cooperation” pues aunque el ser humano no está predeterminado a vivir en sociedad, agruparse les permite beneficiarse de diferentes formas, además, “a través de la selección natural, primates y humanos han desarrollado áreas del cerebro que generan sensaciones de placer y de satisfacción a partir de la cooperación o de la amistad, aunque éstas impliquen sacrificios personales” como lo describen Sussman y Cloninger en su libro, por tanto, defienden estos autores, los hombres son violentos u hostiles cuando se ven sometidos a condiciones específicas, como la presión, abuso u abandono, lo que demuestra que el Estado no es un ente necesario en la vida social humana.
En cambio, el Estado es la institución que mantiene el monopolio de la fuerza, y que surgió, según la teoría de la conquista (Franz Oppenheimer), como un conjunto de montañeses que saqueaban aldeas de la parte baja de la montaña, asesinando hombres y robando mujeres, pero descubrieron que era más fácil esclavizarlos y extraer lo producido por ellos, y luego, para que no ocurrieran sublevaciones de ningún tipo, empezaron a conceder ciertas libertades como permitir que conservaran un porcentaje del fruto de su trabajo y a cambio de lo saqueado ofrecieron “protección”, cuestión que se fue institucionalizando hasta que surgieron clasificaciones entre los opresores y oprimidos, como la clase política, por tanto, es correcto decir que el Estado perturba la convivencia social y la cooperación, al saquear lo producido por unos para dar a otros, impidiendo así la organización libre entre individuos; en una situación hipotética donde no exista el Estado, los individuos se organizarían libremente bajo el principio de la cooperación voluntaria, el respeto irrestricto por la vida humana y la propiedad ajena, cuestión que sería asegurada por empresas (o cooperativas) encargadas de la seguridad y la justicia.
Robert L. Murphy, conocido anarcocapitalista estadounidense, realiza un análisis profundo e ilustra como el derecho privado podría funcionar en la realidad, revelando así, que todas las acciones estarían sujetas a contratos voluntarios, establecidos por agencias de arbitraje, y que de ser incumplidos por la empresa o individuo contratante, la prensa reflejaría las injusticias, las personas perderían la confianza tanto en la agencia como en la empresa contratante y ambas terminarían sufriendo enormes sanciones económicas que probablemente las llevaría a la quiebra, y en el caso de ser un individuo, se ganaría el repudio de la comunidad en que reside llevándolo al aislamiento, además, esto evitaría que la ley fuese dictada por políticos corruptos e ineptos y en su lugar se posicionarían los expertos legales que serían elegidos en abierta competencia, así mismo, en caso de existir conflictos entre empresas de seguridad, es muy improbable que recurrieran a la guerra, ya que esta resulta bastante costosa para una empresa privada, cuyo capital depende de la contratación voluntaria de sus clientes, caso contrario a los Estados, cuyos recursos para ir a la batalla, pueden ser adquiridos por medio del saqueo a sus súbditos. Respecto a esto, el profesor y abogado Anxo de Bastos, indica que en la edad media existieron varios ejemplos de justicia sin Estado, como la “Lex Mercatoria”, la cual consistía en que si un comerciante no pagaba a otro, se hacía una reunión entre comerciantes, se designaba a un juez, y este anunciaba su veredicto, en caso de no ser respetado por el afectado, era expulsado del comercio.
Por otra parte, la mejor alternativa a la “justicia social” en una sociedad sin Estado, es la caridad privada, como señala el economista español y libertario Juan R. Rallo, el cual argumenta que esta se puede observar en las Organizaciones No Gubernamentales, que básicamente, funcionan como empresas cuyo objetivo es ayudar a los más necesitados, como refugiados, personas que viven en extrema pobreza, víctimas de desastres naturales, etc., esto ayudaría a evitar la corrupción, pues las personas que donen querrán saber que se hizo con su dinero, y exigirán auditorías a la organización, llevándolas a buscar la forma de reducir costes, eliminar proyectos superfluos y gestionar mejor los fondos que reciben, y las organizaciones encargadas de la caridad que no sean capaces de cumplir con esto, simplemente dejaran de recibir dinero y terminaran por desaparecer, cuestión que no ocurre con el Estado, pues al no tener que depender de las aportaciones voluntarias de los individuos, puede darse el lujo de no ser diligente con los fondos incautados, esto causa una serie de distorsiones notorias, además, la extracción sistemática de recursos que este realiza desincentiva el aporte privado a la caridad, pues si el Estado quita el 50% de la renta a sus “contribuyentes”, el margen para ser solidarios disminuye; sin embargo, es bastante conocido que personas como Bill Gates, Mark Zuckerberg, Warren Buffet, etc., designan gran parte de sus recursos, a través de organizaciones propias o externas, a la caridad; ya sea para mejorar el sector sanitario o las condiciones económicas.
De igual forma, es evidente que en cualquier sociedad, las áreas comunes son una parte importante para el desarrollo y la integración ciudadana, además de permitir la comunicación entre secciones de una misma ciudad (carreteras, alumbrado, plazas, etc.), en una realidad anarcocapitalista, esto no sería la excepción, la propiedad horizontal formaría parte de ella, y estas serían creadas y mantenidas por condominios de las diferentes divisiones urbanísticas que formen parte de un poblado o ciudad, esto se puede observar en las áreas rurales de Venezuela, donde existen carreteras u escuelas creadas a partir de donaciones de terrenos privados para asegurar el bienestar, la educación, la comunicación, etc., de quienes integran a cierta comunidad, además, estas son mantenidas a partir de la cooperación entre vecinos, quienes contratan los servicios de personas u empresas para su mantenimiento, o deciden hacerlo por sí mismos, estableciendo desde el principio un conjunto de reglas, por ejemplo: “Quién más terreno posea, mas puede aportar económicamente”, y estas pueden ser cambiadas mediante reuniones entre los mismos, y en caso de que alguien se niegue a colaborar, se le puede impedir el acceso, obligándole a tomar rutas más largas y con mayor coste para sí; sin embargo, esto no quiere decir que estas “propiedades o zonas comunes” no puedan dejar de serlo, y ser gestionadas por un privado, de hecho, en 2016 fue inaugurada en Guatemala “la Vía Alterna del Sur”, una ruta totalmente privada, cuyo fin es aliviar el pesado tráfico de la capital, igualmente, se pueden observar parques y plazas en urbanizaciones que se encuentran en excelente estado, sin necesidad de recurrir a fondos públicos.
Así mismo, Murray Rothbard, teórico austriaco y fundador del anarcocapitalismo, nos dice que el feudalismo es “la apropiación de terrenos por conquista y la continua afirmación y aplicación de la propiedad de los terrenos y la extracción de rentas de campesinos que continúan cultivando la tierra”, es decir, que existe “un caso de agresión continuada contra los verdaderos propietarios (…) por parte del propietario ilegitimo, el hombre cuyo derecho original y continuado sobre la tierra y sus frutos ha derivado de la coacción y la violencia” como define el mismo Rothbard, es así que “el Estado proporciona un canal legal, ordenado y sistemático para la depredación de la propiedad de los productores; hace cierto, seguro y relativamente ‘pacifico’ el sustento de la casta parasitaria de la sociedad”, es por ello que queda demostrado que el feudalismo no es más que una de las muchas formas que tiene el Estado (además de ser una bastante clásica) de extraer la renta de sus ciudadanos, lo que hace insostenible el argumento de que una sociedad sin Estado desembocaría en feudalismo, pues las empresas de seguridad no dependientes de ningún ente central (como se explicó anteriormente) se encargarían de que los derechos de propiedad estuviesen bien delimitados y definidos, lo que llevaría al siguiente y último punto, pues en una sociedad sin Estado no dejarían de existir cuerpos de seguridad, agencias de arbitraje, y empresas de seguros, que se encargarían de hacer respetar los límites de propiedad de cada individuo que contrate sus servicios, como nunca se vieron reducidos en la Islandia Medieval o la República de Cospaia.
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