“El mundo que deseas puede ser ganado, existe, es real y posible, es tuyo”.
Ayn Rand
El ser humano, desde el principio de su existencia, ha demostrado una capacidad fenomenal de desarrollarse y progresar, que nos ha llevado en la actualidad a vivir una época llena de prosperidad. A lo largo de la historia, ese trabajo y genialidad del hombre para avanzar ha demostrado la grandeza de su ser. Como han cambiado las generaciones en el tiempo y como cambian las culturas del mundo, también varían muchas costumbres y prioridades en el actuar de las personas. Pero existe un principio que es común a toda época y lugar, un principio que ha estado atado al hombre, imposible de eliminar, imposible de ignorar, peligrosamente innato al ser: la libertad.
El libre albedrío es esa cualidad de la cual hemos sido dotados desde nuestra creación, esa capacidad para elegir en cualquier situación. Incluso aunque la situación sea muy limitada, como lo fue el caso de Viktor Frankl, un sobreviviente al holocausto nazi, quien a pesar su trágica experiencia, se dio cuenta de que el hombre puede aún tomar decisiones en favor de encontrar sentido a su vida, hallar propósito y ser feliz. `Nos decía que “al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la libertad humana – la libre elección de la acción personal ante las circunstancias – para elegir el propio camino”. Tal vez el caso de Viktor es demasiado drástico, pero ejemplifica, justamente, qué tan lejos puede llegar la libertad y en palabras de alguien que sufrió los campos de concentración, es más difícil de admitir aún. Incluso si imaginamos la peor de las circunstancias, como el caso de un esclavo sometido al peor de los regímenes autoritarios que pueda existir, a quien se le ha despojado de todo, de su familia, sus pertenencias y aún de su dignidad humana, desamparado en una situación tan humillante, incluso allí existe esa dádiva de libertad que nos ha sido destinada. Es ese don que no te pueden arrebatar y lo único que no te pueden despojar. Es necesario aquí hacer una gran aclaración, en el ejemplo dado sí se perdería la libertad de acción, pero seguimos conservando la libertad interior.
La libertad interior puede ser una cárcel o un regalo dependiendo de cómo el hombre afronte esta realidad. Si el ser humano no acepta que la libertad lo obliga a hacerse cargo de su propia vida y a responsabilizarse por ello, tiene dos consecuencias, por un lado, no podrá evitarla y por otro, se abandona a ser un ente semejante a un animal que actúa por instinto o se somete a que agentes externos guíen el rumbo de su vida. Esto es totalmente perjudicial para sí mismo, porque como decía Ayn Rand, “se puede ignorar la realidad, pero no se pueden ignorar las consecuencias de ignorar la realidad”. Si vemos a la libertad desde esta perspectiva, será una cárcel a la que estamos eternamente condenados. Sin embargo, si aprendemos a afrontar la verdad de que por naturaleza el hombre ha sido dotado de la capacidad de pensar, de razonar en el marco de su libertad, empezaremos a ver el ser libre como un regalo divino que nos ha sido concedido por gracia.
Generalmente cuando hablamos de libertad nos referimos a la libertad de acción, de ahí que luchamos contra toda forma de coacción que no permiten que los individuos ejerzan las decisiones que toman. Sin embargo, ¿de qué sirve la libertad de acción sin la libertad interior? El hombre tiene que aprender a ser libre de sus cadenas internas primero, aunque invisibles pero tan efectivas para atar al ser a un estado deplorable, antes de poder aprovechar el mundo ideal que soñamos donde se respete la libertad de acción.
Entre ser libre y no serlo, si eliges con valentía afrontar la libertad, descubrirás un universo de posibilidades. Si decides hacerte cargo de tu destino y apreciar el libre albedrío que te ha sido encomendado, esforzándote por expandir la frontera de tus límites mentales, descubrirás la grandeza que se encuentra dentro tuyo. A través de este ejercicio hallarás propósito y podrás encaminarte hacia tu felicidad.
Valora la libertad, ese regalo tan sublime. Empieza a ser consciente de las decisiones que tomes, porque cada una de ellas te han sido encomendadas como oportunidades para que las uses con sabiduría. Por un momento pregúntate, ¿Qué ha hecho el ser humano para recibir don tan sagrado de poder pensar por sí mismo, de ser una entidad única y genuina que puede tomar el rumbo que se le plazca? Esto no fuera posible sin nuestra condena, es decir, nuestra bendición: la libertad. Por lo que, aprovechándola mediante un acto de voluntad será tu tesoro más preciado y nunca más, una condena.
Existe un principio que es común a toda época y lugar, un principio que ha estado atado al hombre, imposible de eliminar, imposible de ignorar, peligrosamente innato al ser: la libertad. Este artículo se enfoca en desarrollar la libertad interior, ¿de qué sirve la libertad de acción sin la libertad interior?La libertad interior puede ser una cárcel o un regalo dependiendo de cómo el hombre afronte la realidad. Para convertir nuestra condena en oportunidades para bien propio, tenemos que conocerla, aceptarla y enfrentarla con responsabilidad y haciéndonos cargo de nuestra propia vida. Al final, la decisión de ser o no libre es absolutamente de cada uno, por lo que a continuación en los siguientes párrafos intentaré tentarte a apreciar tu libre albedrío, ejercerlo y buscar el propósito de tu existencia.
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Sara Gabriela Urquizu Paz
Columnista en El Bastión y Al Poniente. Coordinadora Local de Estudiantes por la Libertad. Líder y Cofundadora de Ladies of Liberty en Bolivia. Estudiante de la carrera de Derecho y de la carrera de Economía. Alumni de la Fundación para el Progreso de Chile; de la Fundación Nueva Democracia; y de la Konrad Adenauer Stiftung. Becaria de The Fund for American Studies