Nicolás Pierini
Coordinador de Academia de Estudiantes por la Libertad

En los últimos tiempos del terrorismo de estado de Videla y su banda criminal, y al comienzo de la democracia, hubo una consigna que se instaló en el grito callejero de los actos. Decía: “Verdad, Juicio, Castigo y Condena a los culpables”. Estuve y estoy de acuerdo con esos reclamos que son profundamente democráticos y sanadores. Todos tenemos derecho a conocer toda la verdad. Todos tienen derecho a tener un proceso judicial transparente y todos los culpables deben tener su castigo y condena.

Subrayo la palabra todos porque eso marca una diferencia con los que solamente condenan a los dictadores y las Fuerzas Armadas. Reconstruir la historia en toda su dimensión trágica significa no mirar con un solo ojo. Yo no pongo en igualdad de condiciones a los asesinatos masivos cometidos por el estado y los crímenes ejecutados por grupos guerrilleros. No adhiero a la teoría de los dos demonios. Hay una clara asimetría. Pero también creo que todos los muertos valen igual. Cada homicidio debe ser condenado por igual más allá de quien sea la víctima y el victimario.

Por eso me parece saludable que la Cámara Federal porteña le haya ordenado a la jueza María Servini reabrir la causa por el atentado más sangriento de los 70. Estamos hablando de la bomba que Montoneros puso en el comedor de la Policía Federal y mató a 23 personas y produjo 110 heridos.

El periodista y escritor Ceferino Reato, en su libro Masacre en el comedor, cuenta con rigurosidad los detalles y las consecuencias de semejante salvajada. Cuestiona a fondo la romantización de la insurrección foquista que hoy hacen militantes vinculados a La Cámpora y el cristinismo extremo. Aunque suene increíble, una estación de subte lleva el nombre de Rodolfo Walsh. Fue el jefe del servicio de inteligencia de Montoneros y el autor ideológico del ataque. En Quilmes, la concejala Patricia Iribarne y la intendenta Mayra Mendoza son investigadas por desvíos de fondos hacia varias cooperativas. Una de esas cooperativas se llama Montonera y otra fue bautizada “Julio Roqué”, quien fue el que lideró el operativo que asesinó de José Ignacio Rucci. En todos los casos glorifican la muerte. Y tal vez el que más irritó a Perón fue ese que decía “Rucci traviata/ moriste como rata”.

 Les cuento a los jóvenes que Rucci era el secretario general de la CGT al que Perón adoraba y que Traviata era el nombre de una galletita famosa por tener 23 agujeritos. Obviamente se referían a la cantidad de balazos que los Montoneros le metieron en una emboscada al sindicalista asesinado.

 Nos hemos cansado de escuchar la reivindicación de “la juventud maravillosa” o decir que “se perdió a lo mejor de la generación de aquellos tiempos”. Pero hasta el mismo Perón los usó como formaciones especiales y después los echó de la plaza calificándolos de “estúpidos e imberbes”.

Durante mucho tiempo era peligroso decir esto. Porque inmediatamente te acusaban de facho, o de hacerle el juego a los genocidas. La resolución de los jueces Mariano Llorens, Pablo Bertuzzi y Leopoldo Bruglia abre una ventana para que terminemos de procesar y elaborar el duelo de aquellos años donde el fusilamiento, la tortura y la desaparición de personas, eran situaciones cotidianas. El Juicio a las Juntas y el Nunca Más de Alfonsín, Strassera y Sábato explicaron con rigurosidad una parte de esa historia de plomo y sangre. Falta conocer a fondo la otra parte. Medias verdades no son verdades.

Esta causa que la jueza María Servini debe retomar involucra a varios integrantes de Montoneros, entre otros al jefe máximo, Mario Firmenich, que hoy vive en España y a Horacio Verbtisky quien era el lugarteniente de Rodolfo Walsh entre el espionaje guerrillero.

En tiempos de Alfonsín, el comandante Mario Firmenich fue capturado y condenado a reclusión perpetua. Y fue Carlos Menem el que le otorgó el indulto.

Son responsables de haber mandado a la muerte a cientos de jóvenes muy jóvenes y de haber hecho una lectura mesiánica del verdadero respaldo que tenían entre la población. En 1979, desde Europa, ordenaron una Contraofensiva que, en líneas generales, significó que a los que ingresaban al país los mataran como moscas apenas cruzaban la frontera. Los estaban esperando. El libro de Gabriel Levinas llamado “Doble Agente” abunda sobre el trabajo que Verbitsky hizo para la  Fuerza Aérea y los motivos por los que salvó su vida, sin tener que irse del país como miles de exiliados.

Se sentían dueños de la verdad y la querían imponer a punta de fusil. Se auto percibían como la vanguardia iluminada y eran la soberbia armada. Abrevaron en distintas versiones del marxismo, maoísmo, guevarismo y estalinismo y se entrenaron en Cuba y en Nicaragua y con la instrucción de los palestinos que respondían a Yasser Arafat. Jamás valoraron la democracia republicana ni la división de poderes. Solo la consideraron un instrumento para llegar al poder e instaurar un socialismo nacional o directamente, una dictadura del proletariado, en el caso de los grupos no peronistas.

Por unanimidad, la Sala I de la Cámara Federal declaró la nulidad de la resolución de Servini que había sobreseído a todos los acusados. Le exigen además que revise si el atentado al comedor de la Policía Federal no se puede encuadrar como “crimen de guerra o de lesa humanidad”, lo que los convertiría en imprescriptibles. No entro en la discusión legal, eso se lo dejo a los abogados. Si creo que mi generación en particular y todos los argentinos en general, nos merecemos saber la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Porque solo la verdad nos hará libres.


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