Escrito por Javier Cardozo


En materia educativa ha existido desde hace tiempo un debate el cual versa sobre qué tan teórico o qué tan práctico deben ser los programas de estudio. Se ha criticado a los programas educativos por ser excesivamente teóricos, se imparte la historia, la doctrina, las distintas corrientes de pensamiento de un área de conocimiento, pero es poco lo que se enseña con respecto a llevar a la práctica todo este conocimiento teórico.

Este pensamiento tiene su carga de razón en cuanto a que se cree que es inutil un futuro profesor de literatura saber la historia de Miguel de Cervantes o sus motivos para escribir el Quijote, así como todo lo relacionado con esta gran obra si cuando esta persona entre a un salón de clases no sabe comunicar su conocimiento al alumnado. También se piensa que no es útil que a un alumno de una Licenciatura en educación se le enseñen las bases teóricas de las distintas materias, así como de los procesos pedagógicos si no se le enseña a dar clase, especialmente, si se toma en cuenta que esta no es una labor sencilla por todos los recursos que debe utilizar, así como las diferentes capacidades y personalidades del alumnado que recibirá las clases.

En este sentido, el ejemplo del futuro profesor de literatura es uno de muchos que se podrían dar, podríamos tomar futuros ingenieros, médicos o abogados. Se puede entender entonces que el aspecto práctico es importante y que no debe ser descuidado —como lamentablemente sucede en muchas ocasiones—, lo que genera jóvenes profesionales que por falta de práctica cometen muchos errores al inicio de sus carreras. No obstante, podemos ver en algunas ocasiones una situación a la inversa. Mientras se le da importancia al apartado práctico, como, por ejemplo, saber realizar un escrito legal, cocinar, o realizar una campaña de marketing, pero no comprender qué está detrás de aquello que se hace. Quienes incurren en eso podríamos denominarlos “prácticos”.

Siguiendo este orden de ideas, podemos recurrir a un ejemplo para entender mejor esta situación. Un práctico en el campo del derecho es una persona que por distintas circunstancias —como trabajar de asistente en un bufete— termina aprendiendo cómo es el día a día de un abogado, y con el paso del tiempo irá aprendiendo a redactar escritos legales. Quizás no tenga las herramientas para llevar una demanda compleja, pero un contrato sencillo de compra venta seguro que lo aprenderá a hacer, también sabrá no solo donde queda un tribunal, sino con quien debe hablar y dejar los documentos para que su caso fluya .

En tal sentido, esa persona puede tener experiencia práctica, una experiencia que probablemente es más amplia que la de estudiantes de derecho, quienes en muchos casos no van a tribunales sino hasta los últimos años de carrera, pero no sabría que está detrás de muchas de las cosas que hace, ya que efectúa estas labores de forma mecánica. Si ayuda a redactar una demanda, no conoce que es la pretensión, cuál es la diferencia de ésta con la acción, o qué caracteriza al derecho procesal. En los contratos de compraventa, esa persona difícilmente sabrá todo lo relacionado con las obligaciones contraídas, cómo nacen, se desarrollan y se extinguen. 

Con esta explicación no busco atentar contra las personas que tienen cargo de asistencia en distintas instituciones, porque este tipo de personas siempre debe existir. Un abogado con muchos clientes difícilmente podrá trabajar bien sin algún tipo de apoyo. Por tal razón, el problema radica en que se está creando una cultura que —en harás de obtener un buen resultado de manera expedita— está limitando la formación a un único aspecto práctico. Entonces, parece que hay personas que consideran que la preparación teórica es, de plano, innecesaria o que debe ser reducida a su mínima expresión.

Esta clase de pensamiento es peligrosa porque no se puede formar una generación de personas que no tenga las bases teóricas de aquello que realizan, que no sepa por qué y cómo deben realizar su labor. Si tomamos uno de los ejemplos antes citados, podemos decir que nada sirve un profesor de castellano que tenga buenas estrategias pedagógicas pero que no sepa nada sobre el Quijote. Si no tiene ningún conocimiento teórico no puede realizar su labor.

Desafortunadamente, esta fobia al conocimiento teórico se presenta con bastante fuerza en lo político, especialmente en Venezuela, donde parece que la población rechaza la figura de los intelectuales por verla como una figura aburrida y alejada de sus problemas cotidianos. En cambio, idolatran figuras prácticas, especialmente un hombre que se relacione con los estratos más humildes, lo que denominan “un hombre del pueblo”. De esta forma, el perfil de los políticos en Venezuela se ha orientado hacia el de individuo solucionador, sin importar su conocimiento político o ideológico, lo que importa es que esa persona logre conectarse a nivel emocional con sus votantes y para ello utilizar tácticas como una vestimenta y lenguaje informal, así como la donación de insumos alimenticios y médicos, cosa que se convierte en el fenómeno que denominó barrioterismo político.

En todo caso, esta situación de aversión a la teoría debe parar, no podemos permitir que se desarrolle un país que quiere soluciones rápidas y sin fondo real. Como activistas por la libertad debemos evitar repetir el error de convertirnos en simples prácticos. No debemos formar personas que tengan excelente oratoria, que tengan muy buena capacidad organizativa y de publicidad, pero que no tengan ningún tipo de estudio en las ideas de la libertad.  Con esto no pretendo que se acaben las actividades que fomentan el fortalecimiento de habilidades prácticas, sino que también se deben hacer esfuerzos en las actividades de formación teórica.

El lector de este ensayo puede argumentar que dentro del liberalismo existen muchas corrientes tales como el minarquismo, el anarco capitalismo y el liberalismo clásico, y todos ellos tienen autores o doctrinarios ilustres como John Locke o Herbert Spencer. Se podría argumentar que habiendo tantas corrientes no se puede obligar a una persona a aprender sobre una sola de ellas, y esto es cierto, pero no se trata de obligar a un individuo a aprender exclusivamente sobre una sola teoría —como el minarquismo—, se trata de brindar distintas oportunidades educativas a los jóvenes donde, con base en sus gustos personales y el deseo de aprender, se pueda incursionar en una o varias ramas del liberalismo. 

Muchas veces damos por hecho que las personas ya conocen la doctrina de las ideas de la libertad, pero ¿realmente esto es cierto?, no dudo que algunas personas tengan gran conocimiento sobre economía austriaca o sobre políticas liberales, pero son más los que no tienen un conocimiento teórico pleno en este campo de estudio. En ocasiones, olvidamos que en países como Venezuela es muy difícil obtener la bibliografía adecuada para aprender más sobre liberalismo ¿realmente cuántas personas tienen libros de Hayek o Friedman? También en el fenómeno de la fobia a lo teórico escasean cursos, talleres y conversatorios sobre estos temas, pero es tiempo de cambiar eso.

En definitiva, se debe hacer hincapié en que no podemos usar los mismos argumentos de los políticos de “eso a nadie le interesa”, “eso aburre a las personas”, “necesitan es algo práctico, no teórico”, ya que al promover este tipo de pensamiento estamos fomentando la creación de prácticos y eso es algo que el movimiento por la libertad debe evitar. Necesitamos formar a los luchadores por la libertad y a la población en general sobre las ideas de la libertad, no olvidemos lo práctico, pero no temamos a la teoría, quizás en un principio remaremos contra corriente, pero a largo plazo los resultados serán mejores.


Esta publicación expresa únicamente la opinión del autor y no necesariamente representa la posición de Students For Liberty. En el Blog EsLibertad estamos comprometidos con la defensa de la libertad de expresión y la promoción del debate de las ideas. Pueden escribirnos al correo [email protected] para conocer más de esta iniciativa

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