El peronismo en general, pero el cristinismo chavista en particular, se sienten dueños de la Casa Rosada y no inquilinos por cuatro años, como dice la Constitución. Se llevan por delante todo lo que sea controles republicanos y literalmente, hacen lo que se les dá la gana. En todos los rubros, Pero esa voracidad por el poder absoluto se nota con mayor contundencia en el obsceno uso y abuso que han hecho de la pandemia.
Por ahora, el país no tiene ni de cerca, las vacunas suficientes. Las pocas que recibió todavía no han sido aplicadas por una maldita mezcla de impericia, vagancia y mala praxis. De todos modos, el relato mentiroso siempre intenta tapar estos agujeros negros. Con pecheras, afiches y banderas de La Cámpora, los “muchaches” montaron mesas en las calles o directamente en los locales partidarios para inscribir e instruir a los vecinos que quieran vacunarse. Todavía no hay vacunas. Todavía no inocularon todas las que tienen. Utilizan escuelas y militantes que reciben un curso express en lugar de apelar a los centros médicos de excelencia que hay en la provincia. Un despropósito tras otro con tal de hacer proselitismo, señor. “Se vienen las elecciones, señora, no se olvide que yo le estoy dando la vacuna”, es el mensaje. Esta humillación a los ciudadanos tuvo su máxima expresión en Avellaneda, Cañuelas y Pergamino, entre otros distritos. ¿Qué hubieran dicho si el PRO hubiese hecho lo mismo en la Ciudad? ¿O los radicales en Mendoza? ¿Se imagina el escándalo? Militantes del PRO o del radicalismo con pecheras partidarias, militando la vacuna.
Las vacunas son del estado, por lo tanto son de todos los argentinos. El virus maldito no distingue entre ideologías ni razas ni religiones. Y es el estado el que tiene que ocuparse de comprar, trasladar, custodiar la cadena de frío y aplicar ambas dosis de la vacuna.
Pero La Cámpora tienen la misma codicia de poder absoluto que Cristina. El príncipe la heredó de la reina Cristina. Vamos por todo. Nunca es suficiente. Hablo del poder y del dinero.
Por eso La Cámpora nos quiere vacunar a todos y todas y en todos los sentidos. Como si fueran un pacman que va comiendo espacios de poder, todos los días se instalan con sus soldados en los lugares más estratégicos y en donde las cajas de dinero son más suculentas.
Máximo quiere ser presidente del Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires. De prepo y a como de lugar. Y quiere colocar en el mismo cargo, pero en la ciudad a Mariano Recalde. No les está resultando fácil. Algunos intendentes que tienen más dignidad y coraje que otros, están presentando batalla. Veremos si a cambio de alguna prebenda millonaria o de algunos favores contantes y sonantes, cambian de posición. Hasta ahora el justicialismo, como partido, a nivel nacional solo ha mostrado la obsecuencia nauseabunda de un conservador derechoso como José Luis Gioja que, a la vejez viruela, se hace el Che Guevara.
Hay que estar atentos porque los próximos pasos redoblados y a tambor batiente son para terminar de copar la justicia y la salud, o mejor dicho las millonarias fortunas que manejan las más de 200 obras sociales de los gremios.
El primer objetivo tiene nombre y apellido. Un tránsfuga llamado Diego Molea está a punto de ser nombrado presidente del Consejo de la Magistratura. Rector de la Universidad de Lomas de Zamora pasó rápidamente del duhaldismo al massismo, a cerca del macrismo y a La Cámpora con la misma velocidad y lealtad. Esa operación la maneja Eduardo “Wado” de Pedro, uno de los coroneles del estado mayor camporista.
La reforma al sistema de salud que fogonea Cristina les puso los pelos de punta a los gerentes del sistema privado y a los capitostes de las obras sociales de los sindicatos, un océano de dinero que mueve 800 mil millones de pesos anuales. ¿Escuchó bien? Le repito: los K quieren apropiarse del manejo de 800 mil millones de pesos? ¿Qué me cuenta? No tienen límites ni escrúpulos. Y para esta misión han designado a un experto formado en Cuba. Hablo de Homero Giles, el titular del IOMA en Buenos Aires que acaba de despedir a 6 delegados gremiales que denunciaron corrupción en ese organismo. Es un talibán de otro dogmático como Nicolás Kreplak, el vice ministro bonaerense. Giles parece que nos quiere tomar de ídem a todos los argentinos con el relato de una salud igualitaria, nacional y popular. Es correntino pero estudió en la Escuela Latinoamericana de La Habana, en Cuba.
YPF es el juguete preferido de la corrupción de los Kirchner. Según los vientos de la época, fueron fervorosos estatizadores, privatizadores y lo que hiciera falta para llenar sus bolsillos de dólares y de militantes la estructura organizativa de la empresa. Entronizaron a Pablo González, que es de la íntima confianza de Alicia, Cristina y Máximo Kirchner. Santiago “Patucho” Alvarez, fue comisario político de varios medios estatales durante el cristinato. Hoy también está en YPF junto a Sergio Affroni, otro que baila con la música pingüina.
Solo cambian algunas palabras, pero el concepto es el mismo: “La Cámpora al gobierno, Cristina al poder”.
Ocultos en la bruma dolorosa de la pandemia, Cristina y su guardia pretoriana, fueron comiendo piezas claves en este tablero de ajedrez de los cargos en el estado. Para ellos, el poder debe ser total o no será nada. Eso se llama totalitarismo.
El comandante en jefe de La Cámpora es Máximo Kirchner. Es una “orga”, como decían los viejos Montoneros, que empezó como una secta de cuadros y hoy, a fuerza del dinero de Cristina y la militancia, han logrado un alto poder de movilización rápida. No han conseguido insertarse en la conducción de los gremios ni en los centros de estudiantes. Son muchos, pero representan poco.
El peronismo los mira con recelo y sospecha. Los ven como el trampolín para una futura candidatura presidencial de Máximo o de Axel Kicillof. Máximo es casi la sombra de Alberto. Es el encargado de hacerle el test para chequear que no haya contraído el virus del neoliberalismo.
La operación de copamiento de las mayores cajas del estado, se hizo sigilosamente. Fernanda Raverta se hizo cargo del Anses, que dispone del 40% del presupuesto. ¿Escuchó bien? El 40 % del presupuesto, alrededor de dos billones de pesos. Si con “b” larga. Dos billones. Fernanda Raverta, casi sin experiencia administrativa, maneja una millonada superior a la que mueven la mayoría de los gobernadores. Pero esa fortuna, es solo una parte del poder que tiene ese puesto. Ella es la encargada de designar a 56 directores de empresas privadas donde su repartición tiene acciones después de aquella polémica estatización de las AFJP. Son lugares que le dan dinero para la militancia a los cuadros y que le dan espacio para acumular información sobre la actividad privada.
Pero eso no es todo el poder que tiene esa posición. También están las UDAI (Unidades de Atención Integral) que tienen oficinas en todo el país y donde pueden colocar cientos de militantes camporistas.
Claramente Raverta, es la mujer con más poder de fuego político y no mueve un dedo sin que Cristina o Máximo se lo indiquen.
Como si esto fuera poco hay que decir que Raverta integra el ala más dura de La Cámpora si es que existiera un ala blanda. Su historia personal la marcó. Su madre está desaparecida y era una importante dirigente de Montoneros y ella pasó varios años en la llamada “guardería” que Montoneros había establecido en Cuba para educar a los hijos de los guerrilleros.
La Cámpora no solo se mueve con sus soldados. Tiene un círculo de aliados que aunque no pertenezcan a sus filas, contribuyen llevando agua para su molino. Nunca está muy clara esa distinción. Horacio Pietragalla, el secretario de Derechos Humanos que hizo el papelón en Formosa, por ejemplo.
Lo mismo pasa con Juan Martín Mena, el segundo de justicia. Es miembro pleno de La Cámpora o integra el círculo de amigos y favorecedores? A los efectos prácticos de manejar el estado, da lo mismo. Mena fue una pieza clave en el plan sistemático para liberar presos. Fue él que se sentó a negociar con los internos en la cárcel de Devoto y fue el lugarteniente de Parrilli en los servicios de inteligencia de Cristina.
Lo dicho: “La Cámpora al gobierno, Cristina al poder”. Porque la inmensa mayoría de puestos intermedios, les pertenecen. Y las cajas más importantes, también.
Anses es un gran centro de operaciones de La Cámpora. El segundo de Raverta es Santiago Fraschina, también de la “orga”. Lo mismo pasa con Luana Volnovich, en otra de las cajas monumentales: el PAMI. Mucho dinero y poder territorial en todo el país.
Otro de los integrantes del estado mayor es Andrés “El Cuervo” Larroque reemplazó a Raverta como ministro de Kicillof y con los dedos en “ve”, cantaron la marcha peronista. La provincia es el principal territorio en el que crecen y se desarrollan con Cristina como madrina. Teresa García es ministra de ese gobierno.
La mano derecha de Mariano Recalde cuando estuvo al frente de Aerolíneas Argentinas, ahora es el número uno de la empresa: Pablo Ceriani que ya cerró Austral.
Según reveló Carlos Pagni, en su momento, la tropa camporista asumió el manejo de todo el sistema informático del Poder Judicial. Eso incluye el tema de las elecciones. Peligro en puerta. La próxima designación de un fanático K como el juez Alejo Ramos Padilla como juez electoral en Buenos Aires, cierra el círculo.
La Cámpora no se banca a Alberto. Lo consideran un mal necesario que no tiene proyecto ni estructura propia. Una especie de puente, una transición hacia un verdadero gobierno nacional y popular (chavista agrego yo), encabezado por Máximo o Kicillof. Ese es el plan. No es tan fácil que lo logren. Como siempre con el kirchnerismo, van por todo y el único límite que los frena es la sociedad. Ese es el gran desafío político de este país. Por ahora, la moneda está en el aire.
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