Los estados de naturaleza y los contratos sociales han servido como modos de justificación de determinados tipos de Estados. Aquí se establece porque son creados, sus fines y funciones. Ahora, no podemos saber si el origen del Estado es un contrato social o un resultado espontáneo. Sin embargo, vivimos dentro de estos, y sabemos que existen para garantizar el orden, y evitar que los individuos lleven a cabo acciones consideradas indeseadas.



Para esto, cedemos parte de nuestra libertad. Le otorgamos al Estado la herramienta del monopolio de la violencia legítima. Se crean leyes, se entregan armas y la autorización para usarlas, y se castiga a quien viola las normas establecidas.

Sin embargo, este inmenso poder puede degenerar en un Estado tiránico que someta a las personas y ataque los derechos que se suponía debía proteger.

Si esto ocurre ¿Cómo podríamos resistirnos ante este Leviatán? ¿Qué contrapeso hay contra el poder del Estado?

El contrapeso es un objeto que ejerce una fuerza opuesta a otro, buscando equilibrar. En política, son mecanismos que distribuyen o limitan el poder. 

Uno de los primeros fue la creación de las leyes, públicas y escritas. Dracon, el legislador ateniense, tras observar la arbitrariedad en los juicios debido al desconocimiento de la ley, decide publicarla. Si bien una ley puede ser injusta, el conocer lo prohibido, su sanción y su proceso; ofrece mayores garantías frente a los abusos.

Luego en 1748, Montesquieu publicó “El espíritu de las leyes” donde encontraría una forma de limitar el poder distribuyendolo en 3 órganos fundamentales, otorgándoles funciones específicas -legislar, ejecutar y juzgar- y la función común de vigilarse mutuamente. La teoría de los contrapesos surge en una Francia absolutista del siglo XVIII. Aparece la división de poderes.

Finalmente, la tradición republicana de los Estados Unidos nos ofrece las Constituciones escritas. De este modo se organiza al poder, se le atribuyen funciones y límites, pero también se establecen los derechos de los habitantes.

El proceso, los derechos y las garantías buscan establecer las reglas de juego. Qué y cómo deben actuar los individuos y el Estado. Sin embargo, diariamente nos enfrentamos a medidas arbitrarias y atropello a nuestros derechos. ¿Por qué ocurre esto? ¿No alcanzan estos frenos? 

Si bien las instituciones y las normas están pensadas para protegernos, son los sujetos quienes las ejecutan. Y no existe una institución que pueda funcionar sin estos. Como Alberdi entendió “La Constitución, la libertad y la autoridad no son escritas, son realizadas. No son decretadas, son creadas.Se hacen por la educación, no se hacen en el Congreso, se hacen en la casa, en el hogar. No viven en el papel, viven en el hombre.”

No encontraremos mejor contrapeso que la firme convicción de los hombres en la libertad. Cuando su corazón crea en esta no habrá despotismo capaz de doblegarlo.

Solo hay un impedimento para mantener la libertad. Un costo. Su eterna vigilancia.


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