Mucho se ha discutido respecto del liberalismo como un estilo de vida; déjeme decirle al lector, que no es mi fin ni mi objetivo provocar una afirmación. No es mi fin ni mi objetivo porque creo que ni usted ni yo tenemos la capacidad de discernir eso. Ni usted ni yo podemos aseverar que una filosofía política se traduce necesariamente a un modo de vida, ¿y sabe por qué? Porque caer en esa discusión es algo burdo y sin sentido, que no nos beneficia ni a usted ni a mi.



Pero quédese tranquilo que podemos encontrar por lo menos algunas directrices para “filosofar” juntos. Piense en Diógenes, el cínico. ¿Lo recuerda? ¿Es capaz de asimilarlo? Ahora piense y reflexione: ¿eso era una filosofía de vida? La respuesta que yo le puedo brindar, en la que más o menos coincide toda la historia de la filosofía es un rotundo sí. Pero entonces, usted se preguntará: ¿por qué, alguien que desafió con su modo de vivir libre al propio Julio César seguía una filosofía de vida, y nosotros que pregonamos, aunque no de manera tan radical, una manera de vivir libre, no somos un estilo de vida? Porque simplemente es incompatible con las instituciones liberales clásicas que nosotros mismos como liberales hemos pregonado y debemos defender (aunque conozcamos cómo las defenestraron y las maltrataron todos y cada uno de los gobiernos populistas). No podemos simplemente pensar que podemos ir por la vida con libertinaje, que podemos socavar la igualdad ante la ley, para vivir del mismo modo que un pensador lo hizo en la Antigua Grecia. No es tan simple como creer que adscribir al respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo es una manera de vivir, solo es una manera práctica de entender el mundo y querer dirigir las políticas.

Usted podrá criticarme y decir que el liberalismo es una manera de ver el mundo y tendrá razón, pero no es un estilo de vida, porque simplemente el Estado socava día a día esa posibilidad de autorrealización del ser, en donde la libertad económica se nos restringe mediante impuestos o cierres al comercio y el intercambio y en donde la plena decisión, la libertad de expresión y el poder pensar y desarrollarme en mi ámbito social, es criticado si no va en línea con los mecanismos oficiales. No es mi objetivo socavar su interés, pero si tratar de hacerle ver, que debemos des idealizar el liberalismo. No sirve pensar en un modo de vida, en un estilo de presentarse ante el mundo, sin pensar en que los mismos mecanismos liberales de poder, coptados por el populismo, imposibilitaron, y en esta pandemia más aún, que vivir de acuerdo al ideario liberal, fuera una posibilidad.


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