Un tema más que recurrente a lo largo de las diferentes concepciones filosóficas tradicionales, ha sido el tema del prójimo. Esto, es un punto clave para poder entender la concepción primigenia del liberalismo político. Al principio, quizá muchos de los lectores se estén preguntando el porqué del título, el porqué de la importancia que le estoy dando a esta concepción donde el yo como individuo vive y comparte con otros individuos pero que, a su vez, esa relación con el otro, posee determinadas características totalmente diferentes entre los distintos mecanismos de comprensión de la realidad que conocemos.



El “otro” es un término filosóficamente muy complejo, ya que al definirlo lo hacemos en cuanto a nosotros mismos. No hay otro si no hay primero un yo que trata al otro de otro. La historia de la filosofía ha definido al otro de innumerables formas. En la Antigua Grecia el otro era constitutivo del yo personal. Para un griego, el otro era aquel que lo ayudaría a realizarse en en la polis, por lo tanto preocuparse por el otro en ésta, era ocuparse de sí mismo; así nace la política, que no es otra cosa que cambiar la vida del otro en la polis.

Cuatro siglos después irrumpe en la historia el Cristianismo. Este movimiento cultural y religioso, trata al otro como prójimo y el mandato es amar al otro como a uno mismo. Es decir, que para un auténtico cristiano, el otro es tan importante como su yo personal, por eso cuando los apóstoles le preguntan a Jesús “¿Quién es mi prójimo?” (Lucas 10:25) le están haciendo la misma pregunta filosófica que nos hacemos ahora, le preguntan “¿Quién es el otro?”. Jesús responde con la parábola del “Buen Samaritano” que es una historia muy similar al ejemplo que comentamos en el primer párrafo de este artículo.

 El pensamiento filosófico moderno habla de liberalismo que es es una filosofía que ya no considera al otro como próximo o prójimo a la medida del cristianismo, sino como límite. El otro me limita, el otro es el que me exige que yo cumpla la ley, el otro es el límite a todas mis libertades porque en una sociedad liberal yo puedo hacer lo que quiera, siempre y cuando no perjudique al otro.

Cuando hablamos de un otro ¿Hablamos sólo de personas o hay un otro animal? En nuestra visión occidental de los animales entendemos que el otro (en la plenitud total del término) es sólo el ser humano. También admitimos un otro animal pero lo definimos por la cultura. Por ejemplo, para la mayoría de los argentinos es inmoral torturar perros por placer, pero es normal torturar peces sacándolos de su hábitat con anzuelos. Es decir, que nuestro juicio de valor no es universal, sino cultural. Consideramos al otro animal de acuerdo a nuestros valores sociales. El Veganismo opone otra filosofía. Sostiene que el otro no es humano sino animal. Y dentro de esa animalidad existen animales humanos y no humanos. Para un vegano da lo mismo el sufrimiento de cualquier animal, por más que sea un caballo de turf, un ser humano o una vaca de consumo.


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