Uno de los ámbitos donde el liberalismo ha perdido y de manera clara la batalla cultural, fue y es sin duda alguna lo relativo las ciencias sociales. Las ciencias blandas donde más debemos poner el foco, más allá de la economía, resultan ser una de las ramas más desastrosas del árbol liberal. Es por eso que se propone un análisis sobre esta situación y un atisbo de acción ante tal derrota en esta disciplina y que sin duda alguna, debería ser una preocupación mayúscula para todos nosotros.


Nicolás Pierini

Coordinador local de la ciudad de Mar del Plata. Estudiante de la Licenciatura en Ciencias Políticas y el Profesorado en Geografía de la Universidad Nacional de Geografía. Campeón Nacional de las Olimpiadas de Geografía y participante de las Olimpiadas de Historia y Olimpiadas de Economía. Ganador de Simulacros de la Organización de las Naciones Unidas locales, regionales y nacionales y simulacros de la Cámara de Senadores.


Bien es sabido que las ciencias sociales están dominadas en las universidades (estatales y privadas), en su mayoría por ideas provenientes del keynesianismo y la izquierda. Mas es imposible quedarse solamente en la queja porque sí y no realizar una autocrítica al respecto. Las ciencias sociales en cualquiera de las disciplinas que la componen, resultan ser de las aristas más difíciles de encuadrar dentro de la objetividad. Las ciencias duras, en cambio, son mucho más fáciles de abstraer de cualquier tipo de ideología imperante que pueda desestabilizar al liberalismo. Por eso  mismo, resulta de vital importancia que los liberales comprendamos la imperiosa necesidad que tienen la historia, la antropología, las ciencias de la educación, las ciencias políticas, la geografía, la sociología, entre otras, de nutrirse de una mirada que ponga en jaque el castillo de naipes falsos sobre los que se levanta el castillo anti-liberal.

“Primero los datos” es una frase muy conocida, y usada por todos nosotros. No obstante, no alcanza solo con la mera estadística proveniente de la economía que día a día soslayamos para nosotros como la verdad inobjetable. Las ciencias sociales, suelen carecer de datos para la discusión y los hechos solamente resultan ser meras enunciaciones de relatos históricos, dialécticos y cronológicos  cargados de subjetividad y falacias. De este modo, “el revisionismo” que está tan en boga en nuestros días, debe ser rebatido en una batalla fuego contra fuego, con análisis exhaustivos sobre cada uno de los hechos históricos, teorías sociológicas y propuestas educativas y geográficas. 

Cada uno de los textos que son estudiados en las universidades, suelen ser de autores de tinte marxista con críticas profundas e infundadas contra el capitalismo pero que lastimosamente no han sido discutidos por el liberalismo como deberían serlo. Todos nosotros sabemos de la superioridad que el capitalismo posee desde puntos de vista moral, fáctico e histórico. Sin embargo, no hemos podido, o no hemos querido trasladar eso hacia cuestiones dialécticas y oratorias en el plano textual de las ciencias sociales. Ya sea por cuestiones relacionadas con la conquista de América, cuestiones que desvirtúan al capitalismo en la geografía o teorías educativas absurdas, el marxismo ha ganado ese terreno en las ciencias sociales y en especial en las universidades. Los liberales debemos accionar en el sentido estricto de la palabra respecto a la “conquista” de los ámbitos donde la dialéctica marxista ha ganado por goleada.

Más allá de las locuras como la “Diplomatura en resistencia al neoliberalismo” dictada por la Facultad de Humanidades de la Universidad de Buenos Aires, el liberalismo suele perder en tópicos más escondidos, donde lo esencial es invisible a los ojos: los textos del día a día de las materias de Humanidades. Este, creo, es el punto de mayor importancia para nosotros. Aquí es donde reside la goleada proporcionada por las ideas de izquierda y donde mayores fracasos hemos tenido.

Cuando popularmente se dice que “los de humanidades son todos zurdos” no creo que sea una cuestión despectiva para ellos. Al contrario, es más bien un halago que determina un éxito rotundo de sus ideales. Los de ingeniería no tienen tal adoctrinamiento pero los de sociales sí porque los ideólogos de sus planes de estudio y textos proporcionados por la cátedra son parte de un engranaje perfecto donde profesores, rectores, decanos, alumnos, intelectuales y la sociedad en general, hacen funcionar un reloj a la perfección… aunque en los países socialistas las personas no tienen para comer, menos tendrán para comprar relojes (sic).

Sin embargo, y volviendo al punto en cuestión, el liberalismo dominó las ciencias sociales en los tiempos de John Locke, la Revolución Francesa, la Independencia de las 13 colonias y las guerras por la independencia de América Latina, pero luego de esta gloriosa época, o mejor dicho, posterior a ese período de transición entre la publicación de “El capital”, la conformación de la URSS y la Gran Depresión, el liberalismo fracasó de manera rotunda en los ámbitos de lectura de las ciencias blandas. Los textos comenzaron a ser dominados por las críticas al liberalismo y por contraposición, los liberales dejamos que esto fuera así. En términos etarios, aquellos que fueron formados en las ideas anti liberales, son hoy docentes activos -o apenas jubilados- que enseñan a los actuales estudiantes. Cuando el sistema entero se mantiene durante años en un círculo vicioso y retroalimentado de falacias pero de dialéctica apetecible, las consecuencias sobre las minorías que perdieron terreno, pueden ser irrecuperables. Aquí, el liberalismo debe darse cuenta que su situación es tan crítica como la de un ciudadano común en Venezuela. 

Ante tal crítica y análisis con subjetividad, se desprende una pregunta obvia y donde verdaderamente radica la efectividad del hecho: ¿cómo hacemos para cambiarlo? La pregunta claramente es difícil, pero de todos modos, daré mi parecer al respecto. Está claro que es difícil ir por el cambio de los planes de estudio e inmiscuirse en la entrega de textos y su chequeo de información. Esa estrategia sería suicida, no tendría sustento y fracasaría por carencia de recursos. Descartada, por mi parte, la opción más directa, creo que la siguiente opción es más cautelosa, pero a la vez posee más posibilidades de concreción efectiva. La clave está en 3 aristas fundamentales: aumento de la presencia en los medios de comunicación tradicionales y modernos, participación efectiva del liberalismo en la realización de textos de carácter social no económico y, por sobre todas las cosas, promoción y mejora de las cátedras en Universidades afines a nuestras ideas que ayuden a la comparación entre la educación de verdadera calidad y la sesgada por ideologías que solo conducen a la miseria. 

Al fin y al cabo, la batalla perdida es aquella que no se libra. Y justamente el liberalismo perdió la batalla en las ciencias sociales en las últimas décadas porque no quiso, no se atrevió, no pudo o no le dejaron hacerla. La batalla está perdida en este ámbito pero no en otros. Con esos antecedentes y situaciones presentes positivas para quienes defendemos esta ideología es que debemos ponernos de pie ante una derrota dura como la que hace años nos proporcionan a los liberales. Todo es cuestión de decisión y voluntad y sin duda alguna eso es lo que el liberalismo debe hacer en los ámbitos de discusión de las ciencias sociales y en la producción de textos en todas las disciplinas que se encuentran dentro. De nada sirve decir que son innecesarias la psicología o la sociología y discutir sobre la carencia de recursos económicos que vivir de esto pueda proporcionar. Lo que sirve es justamente lo contrario: pelear en esos ámbitos. Es cuestión de ir copando, poco a poco, esos lugares donde todos y cada uno de nosotros no hemos estado.


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