Uno de los argumentos en favor del aumento de los salarios, del gasto público en x cosa o, siendo francos, de proyectos políticos fáciles de vender es el de afirmar que “tales” países siguieron “ciertas” políticas. En la gran mayoría de casos sólo se observa el “qué se hizo” y no el “cómo se llevó a cabo” y no me refiero a conceptos vacíos como la carencia de voluntad política. Tampoco a la falta de consensos ni a posibles conflictos de intereses sino al hecho de que cualquier caso o ejemplo extranjero es útil como demostración de que políticas desastrosas y mal pensadas nos harán conseguir el tan anhelado paraíso.


Felipe Morales

Felipe is a Chilean writer and works as a Volunteer at Students For Liberty in Latin America.


Para cualquier timador un mal o un buen ejemplo puede servir para probar que realizar esto o aquello es recomendable, pero un ejemplo sólo nos sirve para ilustrar lo que creemos es un posible resultado y por sí sólo no significa nada. 

No siempre el ejemplo puede ser un error, pero hay que guardar bien las distancias. En la discusión podemos encontrar una serie de críticas a políticas similares, tales como “de aplicarse la economía se verá afectada” o “aumentará el desempleo”. Esta insistencia me parece clave y aunque este y otros argumentos similares se pretendan desacreditar mostrándolos como obstáculos para el “progreso”, lo cierto es que esta especie de escepticismo y rechazo que persiste en la gran mayoría de liberales resulta ser bastante sensato y debe ser tomado en serio si al desarrollo es a lo que se pretende llegar. 

Imagínese que una persona inexperta en cocina desea preparar un platillo porque quedó asombrado con la fotografía que estaba mirando en un recetario, entonces, decidido, pretende hacer algo igual sólo observando los ingredientes y el resultado final, (la portada de la receta que desea preparar). Al cabo de varios intentos nuestro cocinero estará frustrado preguntándose por qué no logra un platillo igual si tiene los ingredientes para cocinar y la foto-objetivo. Algo similar sucede con la política latinoamericana y su incesante deseo por importar “paraísos” extranjeros: el resultado es que casi siempre terminamos por ponerle demasiada sal o no ponerle nada, quemándolo y arruinando los alimentos. Cada vez que esto sucede se debe utilizar más y más ingredientes, pero como no existe una receta, obtenemos variados resultados, pero ninguno como el de la foto de la portada y como muchos de los que cocinamos sabemos, es bastante difícil “arreglar” un platillo.    

Casi siempre los ejemplos extranjeros o las ideas llenas de buenas intenciones terminan en los más variados resultados. En consecuencias no previstas y no buscadas. Veamos como un caso concreto, donde para alcanzar los objetivos se tiene presente las advertencias: la seguridad social, en particular del seguro de desempleo en el Reino Unido.  En este caso, se podrá objetar que las críticas actuales no son procedentes porque se basan en supuestos falsos. Sobre la objeción y las críticas actuales esgrimidas en contra del sistema podemos decir dos cosas 1) que se basan en supuestos que no se cumplen debido a las restricciones mismas de la seguridad social y; 2) que el hecho de que se basen en antecedentes falsos no implica que las críticas no puedan extrapolarse a otras similares. De hecho, si éstas no proceden aquí no es porque todo el tiempo los defensores de los “derechos sociales” tuvieron la razón, sino muy por el contrario porque se consideró bastante en serio la postura de los críticos. 

¿Cuáles son éstas críticas? Las objeciones comunes a éstas se centran (desde sus inicios) principalmente en el riesgo creciente de despidos, como en el desempleo voluntario. Así, por ejemplo, el principal arquitecto de la legislación de Seguridad Nacional de 1911 en el Reino Unido postuló 52 dificultades y potenciales problemas que debían ser resueltos, entre las cuales se encuentran las anteriormente mencionadas (Adkinson, 2016), éstas objeciones en el diseño institucional de la seguridad social permitieron “contrarrestar” los potenciales problemas. De la misma forma, las políticas aplicadas en los “países modelos” han sido discutidas a modo de ver su viabilidad, no siempre con resultados óptimos, pero casi nunca con el juicio nublado, como sucede en latinoamérica. Muy distinto fue el caso de la reforma tributaria del gobierno de la ex presidenta Bachelet donde se advirtió en varias ocasiones los efectos negativos que ésta tendría: un documento de trabajo del Centro Latinoamericano de Políticas Económicas y Sociales de la UC advirtió que 100.000 empleos podrían perderse de aplicarse la reforma tal como estaba prevista (Larraín et al, 2014). Lo indignante no es tanto la falta de inteligencia por parte de algunos sectores, sino la malevolencia con que actúan: a costa de la gente que trabaja para ganarse el pan, arriesgando su fuente laboral y su vida. Porque cuando algo sale mal la gente de a pie es la que termina pagando. Y este, por supuesto no es el único caso donde el perjudicado es “el pueblo” al que dicen defender (véase p. ej. Daño impune de Max Colodro en LT). Es por estas razones, queridos lectores, que recomiendo desconfianza, de todos aquéllos que pintan panoramas de grandeza desmedida, porque no existen los caminos fáciles y ningún paraíso extranjero puede ser importado así sin más. Nada es gratis y los que pagamos seremos todos nosotros. Para terminar me gustaría que no olvidemos la famosa sentencia de Milton Friedman que dice que “uno de los más grandes errores es juzgar a las políticas por sus intenciones, en lugar de por sus resultados” o, dicho sea de paso, por sus posibles efectos, porque —parafraseando al economista—, si queremos ser como los países ricos, debemos imitar lo que hicieron para llegar a serlo y no lo que hacen ahora que lo son.


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