Una vez más, el sector privado es castigado con ajustes e impuestazos. El peronismo, que posee como el judeo-cristianismo, una idea de paraíso original (1946-1955); se ve legitimado en cualquier acción que realice a diferencia de cualquier otra fuerza política. Las medidas aprobadas no sólo no van a reactivar la economía, sino que es una clara muestra de la hegemonía de la casta política y su visión de omnipotencia. Este pensamiento no afecta a la democracia como afirma Alberto Fernández, no obstante busca un mejoramiento de las instituciones y de sus miembros que sean compatibles como el orden liberal.
Brian Frojmowicz
Coordinador senior de Estudiantes por la Libertad. Estudiante de Ciencia Política en la UCEMA
Argentina está sumida en una crisis de monumentales características. El actual gobierno, en pos de resolver la sostenibilidad fiscal y el pago de la deuda promulgó una ley denominada como “Ley de Solidaridad y reactivación productiva” esa ley, que fue aprobada por el congreso de la nación en tiempo record, otorga superpoderes al poder ejecutivo de manera que el poder legislativo queda como una obra de arte en el Louvre; de adorno. Lo más impresionante es que no solamente la ley es una vergüenza, sino que los medios de comunicación, el sindicalismo, muchos empresarios prebendarios y gran parte de la clase política, impulsan un fuerte ajuste al sector privado y a las jubilaciones, sin tocar sus beneficios de casta.
La ley impulsa entre otras cuestiones:
Como se observa, hay un fuerte ajuste sobre el sector privado, el único generador de riqueza que venía afectado de sobremanera por la opresión fiscal y regulatoria que se observa en Argentina. Por ejemplo, el sector agropecuario, quizá el más dinámico y productivo de todo nuestro país, es nuevamente “castigado” por el Estado. En el año 2008, se produjo un fuerte conflicto durante el mandato de CFK por la cuestión de las retenciones donde las hordas kirchneristas acusaban a los productores del campo como oligarcas. El campo, en vez de ser valorizado, es denigrado para favorecer a una industria que no tiene competitividad, en parte por las cargas fiscales y regulatorias que el Estado Protector establece.
El presidente Fernández y su ministro de economía Guzmán, han expresado que buscan que los argentinos dejen de pensar y ahorra en dólares americanos. Este planteo es de suprema ignorancia si se tiene en cuenta que el argentino se ve forzado a ahorrar en dólares por la desvalorización continua de una moneda que no cumple su función básica de reserva de valor: el peso argentino. La continua expansión de la base monetaria, constante de la historia argentina, ha provocado inflaciones crónicas que imposibilitan pensar en pesos. El impuesto al dólar lo único que hace es castigar el ahorro; lo que ocasiona menos ahorro, menos acumulación de capital, menos inversión y menos crecimiento.
La lógica de crecimiento a la que apunta el presidente Fernández y sus ministros es la del impulso al consumo (tarjetas alimentarias y bonos especiales) que puede llegar a provocar un veranito pero que no sienta las bases del aumento del PBI. Argentina vive en estanflación desde el año 2011. Los agentes siguen expectativas racionales y las señales que el Alberto Fernandez otorga no son optimistas. La situación de los sectores más pobres es trágica pero las soluciones de largo plazo no son tarjetas alimentarias. Caen en su propia dialéctica. El asistencialismo sienta las bases de su propia destrucción al financiarse con más impuestos, emisión monetaria o deuda.
Se suspende la movilidad jubilatoria. Los jubilados que ganan más de 19 mil pesos, monto exiguo, quedan a merced del presidente que va a decidir cuánto deben ganar. Es un ajuste encubierto. Como afirma el periodista Jonatan Viale:
“El ajuste total aplicado por el entonces ministro López Murphy era el equivalente a un tercio del implementado por el actual gobierno peronista de Alberto Fernández y Cristina Fernández. Vamos de vuelta: López Murphy, el de derecha, el ajustador serial, el bulldog, el bravucón, el malvado, el perverso, el infame, el indigno, hizo un ajuste total que significó un tercio de lo que está ajustando ahora el gobierno flamante de Alberto Fernández. 660.000 millones de pesos (2 puntos del PBI). Murphy es entonces el 33% de malo que Guzmán. Pero esto no parece reflejarse ni en la política, ni en el sindicalismo -que en ese momento hizo paros- ni en el periodismo -que hizo un escándalo- ni en el FMI”
La política no toca sus privilegios de casta. El presidente afirma que él aumentará las jubilaciones. Si es así, que todas las jubilaciones queden a su discrecionalidad. Si tanta queja hubo de los docentes y los científicos es porque hay gato encerrado. Si el peronismo no gobierna, el ajuste es una herramienta del imperialismo y el neoliberalismo; cuando ellos gobiernan, sus acciones son sagradas. El albertismo tiene figuras como Ofelia Fernandez, recientemente electa legisladora, que a los 19 años ya disfrutan del beneficio de la casta política sin ningún mérito más que haber sido tomadores seriales de colegios. Recordemos una de las grandes frases de la legisladora electa: “La burguesía me seca la concha”. La legisladora habla de solidaridad. Habla de los pobres. Cuando se le preguntó por la inflación y cómo resolverla, no sólo no tenía respuesta, sino que titubeó y finalmente dijo algo sobre un acuerdo de precios. Esos son los legisladores que elegimos.
Los supuestos medios que mostraban “la realidad” como C5N, han dado un giro enorme. Todas las noches se puede observar a los miembros del oficialismo albertista hablando del futuro promisorio que viene con la revolución de la alegría del Alberto y CFK. La lógica dualista de ser puramente opositores en un momento y de ser adeptos mesiánicos en otro. En Argentina no hay 100 días para los gobiernos. Se los debe criticar desde el momento 1.
Entre otros temas que atañen a los primeros días de Alberto, son los pasos que ha dado su ministra de Seguridad, cuyo principal objetivo es la eliminación de todo lo hecho por la anterior ministra, en una lógica más garantista y anti-accionar policial. En otras palabras, se retrocede a la lógica zaffaroniana donde los delincuentes deben ser vistos como productos de la sociedad (nosotros tenemos la culpa del daño que nos hacen), negando que imputabilidad nace de nuestro libre-albedrío (Wilkur) y estigmatizando a la mayor parte de los sectores marginales que no cometen delitos porque salen a trabajar todos los días para ganarse el pan.
Párrafo aparte es la vicepresidente. Durante la entrega del bastón presidencial, observamos todo su resentimiento y su odio contra la democracia liberal. Además, ella fue la primera vicepresidente que durante el día de asunción elabora un discurso, cuyo principal contenido fue de venganza. Mientras Fernández apunta a cerrar la grieta, su número dos detesta las formas deliberativas e institucionalizadas de la parla demoliberal y aboga por el decisionismo de las masas adeptas.
Ojo. Todo esto no quita responsabilidad al gobierno anterior que dejó en términos económicos una situación mucho peor que la de 2015. Fue una administración tibia, con falta de cuadros dialoguistas y políticos. Fueron necios y sectarios. Todo lo que venían a resolver, lo empeoraron. Abusaron de un gorilismo ingenuo y de una situación mundial favorable (liquidez de dólares en sus primeros años). Ni hablar de la penosa experiencia liberal en las elecciones que demostró que con Twitter no se gana la primera magistratura.
Se le ha firmado un cheque en blanco al peronismo. Ese mismo movimiento político cuasi fascista en sus orígenes, guerrillero y terrorista en los 70 con Montoneros y sus vergudos( la triple A), más liberal en los 90, chavista con el Kirchnerismo y Albertista en la actualidad. El peronismo se enfrenta en la encrucijada de demanda fuerte de populismo sin recursos económicos. Ni las reservas de Oro que tenía Perón, ni los commodities de Néstor y Cristina.
¡Basta de solidaridad impuesta por la fuerza! Si tanto piensan en los pobres, les ofrezco a toda la clase dirigente que ejerza ad honorem la función pública. Si tanto alaban la res pública, haganlo por honor. Es más digno un diputado de la izquierda que cobra como un docente, que concejales, ministros, legisladores, secretarios, etc., que viven vidas de millonarios a costa del esfuerzo del mal llamado contribuyente. Con todo ese dinero que se va en burocracias ineficientes podríamos bajar impuestos y generar riqueza. No es metafísica, es dato chequeable de cómo los países crecen. El día que los sectores medios se den cuenta de que el fruto de su trabajo es consumido por hombres de traje que ofrecen servicios de cuarta y el día que los pobres (que no son pobres porque quieren, idiotez de cierto liberalismo de canapé) tomen conciencia de los costos nocivos de la acción estatal en sus vidas que es el impuesto inflacionario, modificaremos de raíz la putrefacta estructura estatal.
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