Ya hemos hablado en un artículo anterior sobre este particular personaje de la historia de la filosofía que, aunque nunca escribió un libro, sí podemos afirmar que partícipe necesario de la construcción del pensamiento occidental. Hoy, asumiendo que el lector conoce a los sofistas (sobre los cuales también ya escribimos), buscaremos diferencias de Sócrates con estos y aristas particulares de la metodología socrática de enseñanza y conocimiento.
En primer lugar, quién le enseñara a Platón, no recibía remuneración alguna por realizar su labor. Así, mientras Gorgias, Protágoras y otros recibían determinada cantidad de dinero para educar a los hijos de determinadas personas, él enseñaba sin ningún tipo de compensación económica o retribución a cambio. Es más, el propio Sócrates afirma que prueba de dicha condición también lo es su situación de pobreza (arista que es puesta en tela de juicio en el texto). En consecuencia, también Sócrates poseía una manera particular de enseñar y de realizar su labor.
Dicha manera, tan particular, no pretende que Sócrates demuestre aquello que “sabe” sino que la propia persona pueda, tras un proceso de deconstrucción de lo que “sabe”, lograr a tener las verdaderas herramientas para saber. En efecto, con su método de paradoja – ironía, el “irritante” Sócrates, como era caracterizado, lograba poner de manifiesto que aquellos que verdaderamente se creían sabios, en verdad no poseían conocimientos sobre aquello en lo que decían ser eruditos. Mediante un proceso de refutación, caracterizado como negativo, Sócrates realiza una serie de preguntas y respuestas en función de lo que enuncia aquella persona que dice saber.
Con el transcurrir de esa lógica de situación, Sócrates pone de manifiesto que, evidentemente, aquello que se creía sabido, no eran más que palabras vacías como “justicia”, “virtud”, “valentía” y demás. Consecuentemente, la persona interrogada llegaba a admitir su propia ignorancia sobre el tema que antes decía saber. Allí, es donde se produce esta catarsis socrática. Luego, sin embargo, Sócrates no deja a la persona a la deriva; más precisamente, inicia el momento positivo. Esta mayéutica, es aquella donde Sócrates ayuda con preguntas y respuestas a alcanzar una verdadera respuesta, un saber verdadero, un conocimiento general.
Eso podría ser un primer gran grupo de diferencias entre Sócrates y los sofistas, pero no es el único.
En segundo lugar, podríamos hablar sobre el conocimiento. Así, Sócrates logra entender, tras lo que aprendió luego de que dijo el Oráculo, que efectivamente él era el más sabio. Todos aquellos a los que Sócrates interroga no eran más que personas que decían saber, pero que verdaderamente no tenían conocimiento. Uno podría argumentar que Sócrates tampoco sabía y que por eso nunca decía él afirmaciones de tal sentido pero, lo cierto, es que justamente esa es la virtud de nuestro protagonista. Dicho de otro modo: Sócrates es capaz de darse cuenta de su propia ignorancia, de su (no) saber, de que no sabe nada.
La diferencia, por lo tanto, es que él efectivamente sabe que no sabe, mientras que el resto cree que no sabe, cuando en verdad tampoco sabe nada. Sócrates no es Protágoras quien afirma sobre la homo mensura o Gorgias con su relativismo, Sócrates no posee sabiduría alguna y, siendo consciente de ello, sabe que no sabe, sabe que no puede recibir remuneración alguna por sus clases y sabe que no tiene capacidad para enunciar verdades sobre algo. Además, Sócrates no enseñaba a ganar debates o desarrollarse en la vida política: por el contrario, él sólo quería que las personas logren alcanzar el conocimiento, un conocimiento que existe pero sobre el cual no posee sabiduría. Esa verdad a la que ayuda a llegar, él simplemente no la posee.
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