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Es necesario, como defensores de los valores liberales y democráticos, sentar una posición en cuanto a la única democracia en Medio Oriente, garante de la existencia no sólo de un refugio para la judeidad, sino de un faro de lucha contra el autoritarismo presente en varios países árabes y las facciones más radicales del Islam.
En primer lugar, la conexión de la judeidad con el territorio actualmente comprendido como Estado de Israel, se remonta hacia las fuentes bíblicas, pero descartando dichas fuente que pueden quitar objetividad a nuestro análisis (podríamos argumentar la compra de tierras de Abraham en Hebron, clara prueba de respeto de derecho de propiedad, valor liberal por excelencia), se establece un punto de partida en el año 587 AEC, donde el rey de los babilonios, Nabucodonosor, invade Jerusalén (ierushalaim), destruye el gran templo y exilia a los notables del pueblo. En pocas palabras, no sólo se afrenta a la libre expresión de la judeidad en dicho territorio, se destruye su centro de fe y se desarraiga a cierta población judía a las lejanas tierras de Babilonia. Unos años más tarde, posterior a la conquista persa del imperio babilonio, se le permite el retorno de los judíos exiliados a su tierra histórica y la reconstrucción del Gran Templo (Edicto de Ciro el Grande).
Remontándonos a dos siglos antes de la era común y tras la crisis posterior a la muerte de Alejandro Magno, dos imperios ejercen influencia sobre el territorio de Judea (nombre derivado de la división de los reinos a raíz del conflicto entre Jeroboam y Roboam, después del deceso de Salomón). En el sur, en la tierra actual de Egipto, está el imperio Ptolomeo y en el norte el imperio Seléucida. Este último, de la mano de su rey Antíoco IV, inicia el proceso de helenización del territorio judío, en amenaza a la libre existencia de la individualidad como miembro del colectivo judío. Cito al sitio web de Jose Luis Romero:
“Helenizar debía significar, políticamente, dos cosas; sobre todo, era imponer un cierto tipo de cultura y de vida; pero en su sentido más elemental y más urgente, significaba uniformar, superponer, por encima del variado repertorio de culturas sometidas, una, a la que se le confería una dignidad oficial”.
La definición dada nos habla de un proceso homogeneizante de la diversidad conquistada, es decir una negación de la libertad de existencia del sujeto distinto. No había ley que sustente la diversidad como dotada de protección legal, como garante de una vitalidad negada por la colectivización, en clave helena, de su vida. No había respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo. No es en defensa de la religiosidad nuestra crítica al proyecto asimilador de una cultura, vista en el momento como “Superior”, más una defensa de la libertad individual.
Dicho afrenta a la subjetividad judía derivó en la revuelta de los macabeos, famosa entre los judíos y los no-judíos, tanto por el milagro del aceite como por la relevancia histórica de la resistencia frente a la potencia extranjera, cuyo Estado, buscaba la opresión de la individualidad inscripta en el colectivo judío. Los judíos triunfaron y lograron establecer el reino de los Asmoneos.
Sin embargo, Roma, estaba en crecimiento en sus aspiraciones de dominación mundial y de influencia cultural en todas las regiones del mundo, con su Forma de vida Superior. Hacia el año 63 AC, el reino de los asmoneos comenzó a estar cada vez más influenciado por Roma y paulatinamente la soberanía judía decayó. Primero se establecieron reyes judíos, títeres de Roma y en el año 6 DC, Judea, se convirtió en una provincia Romana. En el año 66 DC, los judíos comenzaron una revuelta contra la opresión romana, narrada por el historiador Flavio Josefo en. La Guerra de los Judíos.
En el año 70 DC, se penetró la defensa de Jerusalén, se destruyó la ciudad y el Templo y se aniquiló a la población judía que luchaba por su soberanía; todo a mando del general Tito, hijo de Vespasiano. Estos hechos son visualizados en el famoso Arco de Tito donde se puede ver a los soldados romanos saqueando el templo y tomando la Menorá (candelabro sagrado de los judíos). 3 años más tarde, los judíos restantes agrupados en Masada se suicidan, terminando la guerra. (Dicha fortaleza puede ser visitada hoy en día, prueba física de la presencia judía).
Desde el 132 hasta el 135, se produce una nueva revuelta, liderada por Simón Bar Kojba, que termina en una masacre del ejército judío, una nueva destrucción de la ciudad y un proceso de eliminación de todo lazo histórico del individuo judío a su terreno. Jerusalén se transforma en Aelia Capitolina, se expulsa a los habitantes judíos y se establece el nombre ficticio de Palestina:
“Even the actual word to designate the land of Judah (Palestine) is the result of a Roman edict in order to destroy any link the Jews may have had with the land”
– The Legal Status of the State of Israel:A Libertarian Approach.
El nombre Palestina que hace mucho al conflicto actual nace como consecuencia de la eliminación histórica de la memoria presencial del judío en la tierra que deviene en Palestina: Tierra de Filisteos (pueblo desaparecido muchos siglos antes).
La presencia judía, empero, nunca desapareció de dicho terreno. Desde la diáspora el judío, rememoraba su conexión con aquella tierra donde había logrado su libertad existencial. Sin embargo, su exilio de dicho territorio, lo convertía en un errante sin destino, en un sujeto devenido en una precariedad existencial. Ningún estado de derecho lo sostenía. El judío fue sucesivamente echado de países como Francia e Inglaterra. Si bien gozaba de ciertas libertades en los países musulmanes, en tierras cristianas se desarrollaba el antijudaísmo religioso, que surgió a raíz de la mistificación del judío como asesino de Jesús. Dicha forma de antisemitismo no atinaba a su existencialidad como sujeto, sino como sujeto religioso. Una simple conversión a la Fe verdadera, no garantiza un status de igualdad, pero si la salvación de las persecuciones.
En España, se estableció la inquisición, donde la monarquía cristiana financiaba una institución estatal para la persecución de la otredad y su eliminación en caso de la no voluntad de la conversión. En 1492, se estableció el Edicto de Granada donde se expulsaba a los judíos del territorio unificado de la corona española, sin respetar sus propiedades (ningún Estado de Derecho amparando al individuo judío). No hay un individuo de fe judía sino una colectivización del judío como enemigo. No hay humanidad en aquel que profesa la judeidad.
Llegando a fines del siglo XVIII y con el triunfo de las revoluciones liberales (nos referimos principalmente a la americana y a la inglesa, en tanto la francesa deriva en autoritarismo), se garantiza al judío su emancipación, su igualdad ante la ley; todo hombre nace igual ante la ley. La modernidad rompe con el antisemitismo religioso y con la discriminación del individuo judío por su pertenencia colectiva. Sin embargo, al tiempo que el judío ingresa a la sociedad, la sociedad juzga que el individuo no puede profesar una adscripción religiosa y ser miembro de la nación. No se puede ser judío y francés a la vez. El antisemitismo nacionalista ingresa como juez de la pertenencia del sujeto. No hay individuo que no deba su lealtad al Estado-Nación, por cuanto no puede ejercer su voluntad religiosa que lo segrega de la homogeneidad nacional.
El judío deja de ser deicida para pasar a ser un traidor a la nación. La condición de precariedad existencial persevera. La igualdad jurídica no es más que la ficción de un culto a la pertenencia nacional. No es un Estado de Derecho individualista, sino que se erige como protector de la individualidad en el marco de una subyugación a la colectividad nacional.
Con el desarrollo del darwinismo, se inicia un proceso de biologización de la sociedad en donde la evolución de las especies entra como paradigma a la sociedad, el famoso social-darwinismo, donde se enmarca en un proceso de evolución de la especie humana, segregada en razas más evolucionada y razas menos evolucionada. El judío, se inscribe en una raza inferior por los social darwinistas. El judío nace inferior por sus genes. En tanto miembro de la raza, en tanto inferiormente nacido, es discriminado, segregado. El judaísmo es visto como parasitario, como bacteria que como el patógeno, consume a la sociedad.
La conjunción de todo el desarrollo previo se plasma en el caso Dreyfus. En resumidas cuentas, un oficial francés de origen judío es acusado -falsamente- de traición por el ejército, a raíz de una supuesta filtración de información a Alemania. En las calles de París, no se grita “Muerte a Dreyfus”, sino “Muerte a los judíos”. La culpa colectiva se encarna en las calle parisinas, Dreyfus no es un individuo sujeto a derecho, sino un parásito representante de la parasitaria genética judía. Theodor Herzl, periodista austríaco, asimilado, secularizado y judío, cubre el caso y reflexiona acerca de la necesidad para la judeidad amenazada. Él, sentará las bases del Estado Judío, no en su independencia, pero en el forjamiento de las condiciones materiales para la búsqueda del refugio judío.
1933 es la asunción de Adolf Hitler en Alemania e inicia la destrucción de la judería europea, llevando a cabo paulatinamente la ciencia racial, el proyecto de purificación genética de la sociedad, devenido en genocidio. Hitler, le quita toda protección jurídica al judío a lo largo de su primeros años de gobierno. Las leyes de Nuremberg en 1935 son un ejemplo donde la ley suspende la ciudadanía del judío. El judío se transforma en un apátrida. No hay Estado de Derecho que lo proteja ni nación que lo ampare. Pierde el derecho a tener derechos, su vida está desnuda (todos estos conceptos devienen del análisis de Hannah Arendt en Los Orígenes del Totalitarismo).
El judío, no individual, sino la colectivización de su ser, encarna los valores de la modernidad abstracta e impersonal (traverso). Es judeo-bolchevique, en tanto el comunismo en la manifestación política del virus judío pero también representa el gran capital mundial, las grandes riquezas y fortunas que transmiten los valores burgueses y liberales. El fascismo expresa un rechazo al comunismo( por su clasismo) pero al liberalismo por su puesta en valor de la mayor minoría que es el individuo ajeno a la homogeneidad nacional y a la subordinación al reich.
La experiencia nazi, expresa la mayor condición de precariedad del judío, donde se establece un estado de excepción devenido en regla (Agamben; ¿Qué es un campo?), en el cual el Estado posee la potestad de eliminar a los enemigos de la nación, suspendió el estado de derechos, las libertad y los debidos procesos. Auschwitz, y todos los campos de exterminio, refleja la consecución de dicho objetivo en el cual se consuma un genocidio. El Estado Biopolítico por excelencia que debe regular la salud y la vida de sus habitante es aquel que es genocida, en tanto el judío es la condición amenazante de la salud aria.
El mundo occidental, si bien rechaza la experiencia nazi y la combate desde 1939, no ampara a la judeidad. En 1938, se realiza la conferencia de Evian donde ningún país, salvo México, Venezuela y la República Dominicana (en bajas cantidades y con graves problemas, los 3 países, para recibirlos), a amparar a la judeidad amenazada. Gran Bretaña, potencia que controlaba el territorio de Palestina, bajo su Mandato Británico, limitada la entrada de judíos (libro blanco de 1939), a 75 mil en un transcurso de 5 años e imposibilita la venta de tierras a judíos. En 1947, un barco con refugiados judíos fue embarcado por británicos que asesinaron a varios de sus tripulantes sobrevivientes del holocausto.
Dicha necesidad de un refugio, anhelada desde siglos atrás para la libre expresión de la judeidad, se vio realizada el 29 de noviembre de 1947, cuando la ONU, votó a favor de un plan de partición de Palestina donde los judíos recibían más del 50% de las tierras, las cuales en gran cantidad era desérticas, los árabes las tierras restantes y Jerusalén, a pesar de su lazo histórico con la judeidad (y con el islam en años muy posteriores), quedaba como ciudad internacional. El 14 de mayo de 1948, David Ben Gurion, declaró la independencia de Israel donde manifiestó un principio liberal y democrático:
“(el Estado de Israel) asegurará la completa igualdad de derechos políticos y sociales a todos sus habitantes sin diferencia de credo, raza o sexo; garantizará libertad de culto, conciencia, idioma, educación y cultura; salvaguardará los Lugares Santos de todas las religiones; y será fiel a los principios de la Carta de las Naciones Unidas”
Israel se constituye bajo premisas liberales (en lo político). Menos de 24 horas más tarde, 7 países árabes, atacan al naciente Estado, amenazando nuevamente la judeidad, en su expresión de soberanía, a pesar del consenso internacional y el Estado árabe que iba a existir. Israel, triunfa y a lo largo de sus siguientes décadas y hasta la actualidad, enfrentó la amenaza de sus vecinos que niegan su derecho a existir (se llegó a hablar de echar a los judíos al mar, limpieza étnica), de facciones radicales seculares y del radicalismo musulmán palestino, que buscan la no existencia de Israel, que encarna la libertad occidental que muchos gobernantes antiliberales del medio oriente, sumada a la derecha tradicional (no liberal) y a la izquierda (actualmente la mayor expresión del antisionismo proviene de las izquierdas), atacan constantemente la idea del Estado que refugia a los Judíos.
En consecuencia, es preciso defender un Estado que es refugio de la individualidad judía amenazada tanto históricamente como en la actualidad (ver caso Francia), como de un pilar del liberalismo y de la democracia occidental en medio de un mar de autoritarismo.
El artículo fue escrito por Brian Frojmowicz, Coordinador Local de EsLibertad en Argentina.
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Este artículo expresa únicamente la opinión del autor y no necesariamente la de la organización en su totalidad. Students For Liberty está comprometida con facilitar un diálogo amplio por la libertad, representando opiniones diversas.